Javier Aznar: "Tenemos un relato para los deportistas y a la gente le divierte el declive"

Javier Aznar es aficionado del Real Madrid

Javier Aznar es aficionado del Real Madrid / Pablo Á. Mendevil

Dídac Peyret

Dídac Peyret

Estudió empresariales y trabajó en una consultoria, pero su vocación de comunicar le ha llevado a colaborar en medios como ‘Vanity Fair’, ‘AS, o ‘Líbero’. También a hacer su propio podcast, ‘Hotel Jorge Juan’, o el libro ‘Dónde vamos a bailar esta noche’.

"Soy tu último recurso en una pandemia", asegura entre risas desde el otro lado del teléfono. 

Javier Aznar (Santander, 1985) sabe que son días difíciles para llenar páginas de un diario deportivo. A él, el confinamiento le ha cogido “entrenado”, porque trabaja mucho desde casa y se reconoce en esa frase de Truman Capote que decía que la soledad empuja a la creación literaria.

Últimamente le dicen que se está volviendo "algo cascarrabias", pero se aferra a las cosas que le gustan para no sentirse un viejo prematuro. El fútbol juega ahí un papel importante, algo que le llevó a conocer mejor que la mayoría a Xabi Alonso.

En tu libro ‘Dónde vamos a bailar esta noche’ dices que la vida es una sucesión de efímera e inadvertida felicidad… ¿Qué papel juega el fútbol en la tuya?

A mí el fútbol me alegra y lo disfruto muchísimo. Me gusta verlo, pero sobre todo comentarlo y leerlo a posteriori.

El tercer tiempo….

Sí. Desde pequeño uno de mis mayores placeres ha sido intentar pensar cómo sería la crónica del día siguiente en los periódicos que yo leía. Estar saboreando una victoria importante o revolcándome en mi miseria con el periódico del día siguiente era lo que más felicidad me podía dar. Incluso más que la victoria de tu equipo. El estar leyendo los analistas, las columnas, ver las fotos;  esa parte siempre me ha fascinado.

¿Como lector qué buscas en esas crónicas?

Creo que los tiempos han cambiado un montón. Hace años, cuando la gente no podía ver tantos partidos o no había tantas repeticiones, había una labor muy importante de volver a contar el partido. Pero ahora la crónica en papel del día siguiente parece que llegue siglos después. Yo necesito siempre un análisis sosegado, alguien que tenga esa capacidad de hacerte ver detalles que a uno le han pasado desapercibidos. Y luego, también, estilo a la hora de escribir. De saber contar con un símil, con una metáfora, lo que ahí ha ocurrido después de darle vueltas. 

El cronista deja una parte de sí mismo en esos textos, obsesiones, miserias;  ¿te ves reflejado en eso?

Me gusta hasta cierto punto. Me gusta ver al periodista que escribe. Ver su condición humana. Pero al mismo tiempo también creo que las filias y las fobias han arruinado a muchos periodistas interesantes. Cuando lees la crónica de alguien, y ya sabes a quien va atizar, cuando ves que son batallas personales, eso lo aborrezco. Son previsibles y sobre todo no se toman en serio al lector. 

El aficionado y los periodistas tendemos a crear un relato para los deportistas y cuando no cumplen nuestras expectativas los atizamos ¿nos gusta demasiado la crónica del héroe caído? 

Sí, lo estamos viendo ahora con Ronaldinho. Estos días leía a mucha gente diciendo: ‘lo que pudo haber sido y no fue’. ¿Cómo qué lo que pudo haber sido y no fue? ¡Si lo ganó todo! Tenemos memoria muy a corto plazo. Tenemos nuestro relato montado de los futbolistas. Y con Ronaldinho pasa aquello de que a la gente le divierte un poco el declive. El ascenso imparable y luego la caída en desgracia casi épica. Metemos demasiadas expectativas  y nunca es suficiente. El declive es algo inevitable.

Gestionar ese declive se hace muy difícil para los clubes y sus aficionados…

Yo pienso mucho en el tema de las grandes leyendas. El tema de cómo manejar su retirada. Pasa mucho que, de repente, está no sé cuantos años una figura en un equipo y se va e inesperadamente el equipo llega más lejos que nunca. Pasó con Totti en la Roma, con Owen en el Liverpool. Creías que el mundo iba a acabar pero había gente a la sombra de esa figura en declive y no crecían. Y, de repente, liberados les das más la luz y crecen. Hay leyendas que han sido capitanes años y años  y parece que el club tiene que estar al servicio de eso.

¿Cómo alguien como tu termina haciéndose amigo de Xabi Alonso?

Ah, pues nada, Xabi me leía, nos conocimos y luego vi que era una persona estupenda; él y su familia. Muy generosos, con muchos valores.

¿Cómo se dio ese primer contacto?

Me empezó a seguir en redes sociales y me dijo que a ver si un día nos íbamos a tomar un café. Y desde ahí nos hicimos amigos. Siempre me pareció un tipo interesante. Es alguien que te habla de deporte pero te está enseñando de la vida. Y luego es muy generoso. Siempre pongo el ejemplo de cuando  le hicieron un perfil en el ‘New York Times’ cuando se retiró. Yo siempre le decía que salir ahí, aunque fuera solo como una solución del crucigrama, como decía Billy Wilder, significa que has llegado lejos. Él se quedó con la copla y sin decirme nada recomendó mi libro en ese perfil sin decirme nada, de forma discreta. Fue un pase entre líneas muy de su estilo.

Para la mayoría, los futbolistas son grandes desconocidos en lo privado; ¿qué es lo más te llama la atención de Xabi?

A mí siempre me ha parecido un tipo fascinante por la manera cómo maneja él, y los deportistas de ese nivel, la presión y cómo se mantienen ahí arriba.  Me gusta mucho cómo manejan el arco de su carrera algunos futbolistas. Como empiezan siendo muy atléticos y se van reconvirtiendo en otra cosa muy distinta. Con Xabi me pasaba eso y luego es un tipo con muchas inquietudes. Siempre preguntando, siempre queriendo saber. Es un tipo de pocas palabras, pero las que dice tienen potencia. Siempre me decía: ‘para que liarte si lo puedes hacer a dos toques’. Pues él en la vida es igual. Dos toques, o uno largo, valen más que 100 toquecitos y perder el balón en el medio del campo. 

También conoces bien a Arbeloa; ¿cómo ves la imagen que se proyecta de él?

Yo es que soy bastante de romper el mito del futbolista sin inquietudes. Yo le hice una entrevista a Piqué, que en Madrid es considerado casi Satanás, y luego descubres  una persona con la mente muy clara. Y Arbeloa es para empezar un jugador infravalorado. Se olvida que ha sido un gran marcador. Y luego lo definiría como una buena persona. Hablo con él de todas las cosas benéficas en las que está metido. Hablamos muchos de cómo se adaptan los futbolistas a la retirada.

Seguramente muchos le tienen más terror que tirar un penalti en el último minuto…

Hay mucho que rascar ahí. Lo hablo mucho con ellos. Cómo se ajusta al cambio alguien  que está acostumbrado a que todo el mundo esté pendiente de él desde los 15 años y que siempre está pautado  por otros.  Pero luego toda esa rueda se para y te sientes un jubilado con treinta y pocos. ¡Joder! Debe ser muy raro. Algunos lo enfocan a seguir en forma, pero otros se abandonan. Arbeloa en ese sentido me parece un tipo listo con inquietudes empresariales.

Sergi Pàmies dice que es culé defectuoso porque no es antimadridista; ¿tú eres antibarcelonista?

Yo quiero que el Barça pierda siempre. Hasta en pretemporada. Siempre digo en broma que en el partido contra las drogas, yo iba con las drogas [risas]. Pero creo que esta rivalidad sin tregua, de estar mirando al otro para intentar mejorar, ha sido buena para los dos. Me acuerdo del pico de rivalidad que hubo entre el Barça de Pep y el Madrid de Mou, que quizás no encontró el antídoto a un Barça tremendo, pero supo adaptarse. De ahí surgieron cosas muy interesantes en lo futbolístico como por ejemplo la posición de falso nueve de Messi que destrozó al Madrid. Y esa especie de obsesión creo que ha sido vital para los dos equipos.Yo siempre quiero que pierda el Barça y espero lo propio de un culé. Para mí es una muestra de respeto, de grandeza. Cuando el Barça nos mire con condescendencia me empezaré a preocupar.