Ni Vinicius es Smith, ni Florentino es Mandela

Vinicius junto a Florentino Pérez

Vinicius junto a Florentino Pérez / Efe

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

"Quien esté libre de culpa, que lance la primera piedra”, animó Jesús a los hipócritas fariseos y escribas que iban dando lecciones de moral mientras, en sus horas libres, su vida no distaba tanto de la de la mujer a la que querían lapidar por adúltera. Jesucristo, con ese gesto, se convirtió en el primer defensor del amor libre. Nada que no pudiera sospecharse atendiendo al ‘look’ sesentero con el que acudía a todas las cenas y multiplicaciones varias. Así nos lo ha presentado la Iglesia y la historia del arte. Incluso los ateos deberían de vez en cuando visitar la Biblia antes de publicar un tuit (me incluyo) porque en ella, escondida entre tanta fantasía, abunda el sentido común. 

El mismo que se está echando de menos viendo cómo las piedras surcan el aire procedentes del Santiago Bernabéu en múltiples direcciones. El madridismo ha agarrado la bandera del antirracismo y la ondea al viento como si antes no hubiera habido nadie que luchara contra los imbéciles que clasifican a las personas por su color de piel. Ellos dictan el qué, el cómo y el cuándo, mimetizándose ahora en una mezcla de Luther King, Mandela y Òscar Camps, siempre al rescate del más débil. Ayer comparaban a Vinicius con Rosa Parks...

Por supuesto que España es racista, como lo es toda la sociedad occidental, también conocida como primer mundo, ese que esclavizó a millones de personas libres para las que construyó su tercer mundo. Claro que es racista y xenófobo un país que criminaliza a los menores extranjeros no acompañados, empujándoles a convertirse en aquello de lo que se les acusa. Es evidente que España es racista cuando parte de su sociedad aplaude la brutalidad policial contra migrantes en la valla de Melilla o anima a los mismos agentes con un “a por ellos” cuando se dirigen a Catalunya con el objetivo de usar la fuerza para evitar un voto pacífico.

Ojalá lo de Vinicius sirva para cambiar algo y esa superioridad moral incrustada en el marco mental de toda una sociedad desaparezca. ¡Qué bonito sería que Vinicius pasara a la historia alzando su puño como lo hizo Tommy Smith! Sería fantástico que sus protestas fueran un punto de inflexión, un antes y un después, pero nada de eso pasará porque, como decía Jesús, el Real Madrid debería guardarse las piedras y colocarlas mansamente en su jardín al tiempo que, de forma paralela, pide perdón por el puñetazo de Valverde, al que el Bernabéu ovacionó por ello. O por la pelea callejera con el Partizan. O por las faltas de respeto del propio Vinicius. El racismo es solo para ellos una cortina de humo... blanco.