Tras el gatillazo Xavi

Xavi Hernández tiene en vilo a los dirigentes azulgranas

Xavi Hernández tiene en vilo a los dirigentes azulgranas / AFP

Joan Mª Batlle

Joan Mª Batlle

El Barça se va a Doha a ofrecerle el banquillo a Xavi y vuelve con las manos vacías. Primer error: no se puede viajar a Doha para firmar al entrenador del Al-Sadd sin tenerlo todo atado de antemano. De lo contrario, te expones al ridículo, que es lo que finalmente ha sucedido. Segundo error: no puedes llamar a Koeman y que también se sepa que te ha dado calabazas. Consecuencia de los dos errores: ya no puedes mantener a tu entrenador, al que has humillado y sentenciado ante los ojos de todo el mundo. Pero como la directiva no tiene ningún otro plan, no se descarta que Valverde siga. Sería el tercer error, porque si Valverde siguiera, a partir de ahora ya no tendría ninguna responsabilidad sobre lo que pudiera suceder. Para entendernos, puede que Valverde sea el culpable de la caída en picado en el rendimiento del equipo, que no haya sabido gestionar la renovación de algunos jugadores que, sobrepasados los treinta años y con el estómago lleno de títulos y el bolsillo de millones, no encuentran ya la motivación para seguir jugando con la máxima intensidad los noventa minutos de cada partido y de cada competición, pero, insisto, Valverde, si siguiera, ya no sería culpable de nada, pues la propia directiva le ha convertido en un alma en pena sin ninguna autoridad en el vestuario.

Después del show Xavi, Valverde es un entrenador técnicamente cesado, un cadáver en el banquillo. En este escenario, solo la profesionalidad de los jugadores podría sacar esto adelante. Solo la complicidad del vestuario con un entrenador zombi, o con un becario que pongan ahí, si es que finalmente ponen la opción treinta y tres, puede salvar la papeleta. Solo la autocrítica de los futbolistas y su determinación por volver a dar el callo, trabajar más en los entrenamientos para que luego no falten piernas en el campo puede evitar que lo peor esté todavía por llegar. Solo el cambio de actitud de ciertos cracks, que no todos, para volver a poner al FC Barcelona en la prioridad absoluta de sus objetivos y actividades puede impulsar al equipo. 

El surrealismo es tal, que se ha pensado incluso en Pochettino, un españolista tan identificado con la causa perica que llegó a manifestar que antes prefería volver a trabajar a su granja en Argentina que entrenar al Barça. Desde luego, hay conexión entre Ramón Planes, el ayudante de Abidal, y el ex entrenador del Tottenham, pero ya es significativo que el club vaya tan escaso de contactos como para recurrir a alguien que piensa de esta forma. Desde luego, si fichara Pochettino, se armaría la de San Quintín entre la afición y en las redes sociales. Muy desesperado tendría que estar Bartomeu para exponerse a salir en globo del palco del Camp Nou. Las próximas horas serán decisivas. Puede que se visualice el surrealismo con Valverde entrenando hoy a la plantilla.

O puede que no, que le cesen antes y sea García Pimienta el que dirija la sesión. ¿Provisionalmente o definitivamente? Si es de forma puntual a la espera de encontrar alguien con cara y ojos que quiera dirigir al líder de la Liga española, el surrealismo seguiría subiendo de tono. Si es con vocación de permanencia a cinco meses, sería difícil que la afición se lo tomara en serio. Bartomeu se ha metido en un berenjenal del que saldrá muy tocado, pues tras el gatillazo Xavi, y los que haya podido haber, el entrenador que venga sabe que es un parche de emergencia. Y lo peor, lo saben también los jugadores.