Romario, el mejor polvo de la historia del Barça

Sus goles había que disfrutarlos con música de fondo como en el delicioso reportaje 'Els millors gols de Romario'

Romario y el Dream Team

Romario y el Dream Team / IGNASI PAREDES

Dídac Peyret

Dídac Peyret

Siempre que es día de Clásico me acuerdo de la cola de vaca de Romario. Ocurrió el 8 de enero de 1994 y al salir del Camp Nou me compré una gorra roja con el nombre y el dorsal de aquel brasileño que hacía cosas que jamás creeríais. 

Romario solo estuvo una temporada y media en el Barça y se marchó un viernes 13 sin despedirse. Cuando estuvo aquí nunca nos vendió la moto: no quería ser modelo de nada, no se besaba el escudo y nunca tuvo la jeta de decir que era del Barça desde pequeño.

Incluso lo vimos en la plaza de toros Monumental desoyendo a cualquier asesor de imagen. Pero lo que no dejó de repetir es que solo marcaba goles si salía por la noche.

Romario se sabía de paso y no disimuló ni su naturaleza egoísta (como buen ariete) ni lo poco que le importaban nuestras opiniones o la de cualquier otro. Estaba tan convencido de las suyas que un día le dijo a Cruyff que ni era su padre ni había ganado un Mundial. 

Así se las gastaba O Baixinho, que dormía casi siempre acompañado en el hotel Hilton de Barcelona y vivía en Sitges. El día de Romario empezaba antes de cenar.

La siesta se alargaba hasta las 20.00, se levantaba, se aseaba, cenaba y desconectaba del fútbol toda la madrugada. Pero tenía sus códigos: ni una gota de alcohol. Si ese día había entrenamiento por la mañana, no se lo perdía pero a veces se mareaba y podías verlo sentado en un rincón. 

Cuentan en ese vestuario que solo se abría con Stoichkov y que, si habían dos cosas imposibles de imaginar, eran verlo de entrenador o político.

Más de una vez Cruyff reconoció que, si hubiera sido por los entrenamientos, no habría sido titular un solo partido. Pero cuando tienes 12 años, y yo tenía 12 años entonces, todas esas leyendas alrededor de la vida nocturna de Romario solo hicieron que creciera mi militancia y el valor de mi gorra en el recreo.

Pero aquella fascinación había empezado mucho antes. Era 1993 ¡no había internet! y cualquier fichaje era el nuevo Pelé, el nuevo Maradona o una mezcla de los dos. Y además te lo creías. Primero porque el fútbol va de ilusionarse y, segundo, porque había muy pocas formas de desmentirlo.

Así que cuando se cruzó en mi vida el reportaje Els millors gols de Romario, un día antes del debut ante la Real Sociedad, me vine muy arriba. 

Los goles de Romario se disfrutaban con música de fondo como en este reportaje de 1993 que se emitió en El 33 y que ahora se puede ver en YouTube

Se emitió por el ‘Canal 33’ el 4 de septiembre de 1993 y ahí estaban las barbaridades de Romario con el PSV y sus primeros goles de azulgrana en pretemporada.

Sonaba la voz del periodista Xavi Torres y no había mejor hilo musical para saborear los goles que la canción Fio Maravilha, un clásico brasileño de Jorge Ben Jor.

Más tarde Torres pudo conocer a Romario y aún recuerda una cena en casa de Stoichkov.

“Podías estar tres horas con él y a lo mejor abría la boca dos veces. Me acuerdo una vez, comiendo gambas de Palamós en casa de Hristo, que lo llamaron y se fue más de media hora. Luego volvió, y aún de pie, nos dijo que habían secuestrado a su padre. Luego se sentó y se acabó las gambas de Palamós”. 

Ese año Romario quería marcar 30 goles, salir campeón con Brasil y volver a su país a relajarse con el futvoley. Logró las tres cosas y dejó un recuerdo imborrable. 

“Romario fue como un polvo. Un polvo salvaje y nada más, pero vaya si valió la pena” (Ramon Besa).

Borg McEnroe, magnetismo en la pista

Borg McEnroe, la película

Borg McEnroe, la película / Borg McEnroe, la película

“Todo partido es una vida en miniatura”. Esta es la máxima que acompaña a esta excelente película de Janus Metz Pedersen, que se puede ver en Amazon Prime. Lo habíamos visto antes: el tenis es un deporte que expone a sus protagonistas.

Queda claro en las memorias de Agassi: en la pista estás solo. Hay una lucha contra un rival pero sobre todo contigo mismo. En Borg McEnroe el gancho está en una rivalidad histórica.

La frialdad y hermetismo de Borg contra la mecha corta y anarquía de McEnroe, interpretado maravillosamente por Shia LaBeouf.

Una película que mantiene el pulso narrativo, emociona y respeta a dos tenistas que hicieron historia.