River y Boca, un clásico para la historia que no debe ser de vida o muerte

River Plate buscará repetir el resultado de la Final de 2015 contra Tigres de México

River Plate buscará repetir el resultado de la Final de 2015 contra Tigres de México / sport

César L. Menotti

César L. Menotti

Es la primera vez en la historia de la Copa Libertadores se enfrentan dos equipos argentinos con la rivalidad que existe entre River y Boca. Ambos llegaron a la final de nuestra Champions. Este acontecimiento que debería llenarnos de orgullo, que deberíamos poder disfrutar por la trascendencia mundial que significa para nuestro fútbol, se ve empañado por el deterioro de una época en la que del folklore pasamos a las agresiones. Hay una lacra de gente que está promoviendo un mensaje negativo acerca de la participación de los dos máximos exponentes del fútbol argentino en esta final.  No le hace bien a al fútbol que  se diga que el equipo que pierda la final va a quedar condenado de por vida. Se trata de un partido de fútbol de prestigio, para e cual  los futbolistas se deberían poner un smoking para representar dos camisetas emblemáticas y defenderlas con honor, respeto y buen juego.

Es cierto que hay derrotas que terminan en abrazos. No sería este el caso. Pero preferiría que fuera un partido del que no tuviéramos nada que avergonzarnos. Solo los futbolistas pueden sacarnos de esta trampa promoviendo un mensaje de paz, de respeto al rival, al espectáculo y al público. Solo ellos pueden rescatarnos de esta locura que estamos viviendo en torno a esta final en la Argentina. Me gustaría que pudiéramos todos disfrutarlo y que los protagonistas respeten la historia grande de nuestro fútbol en el campo de juego. 

Este partido no es el partido de sus vidas. En la historia ha habido y perdedores que han quedado en la historia también por el gran espectáculo que ofrecieron a pesar del resultado. Y cayendo los futbolistas se pongan cada uno la camiseta que les toca representar, tanto los de River como los de Boca, me gustaría que lo hagan desde el disfrute de  defender nuestra historia. Con respeto. Aunque se juegue un partido intenso y diputado. Que se dejen en el vestuario la trampa, la mentira y las simulaciones, porque siempre se puede rescatar desde el honor ante cualquier adversidad a dos de las más grandes instituciones del fútbol argentino.

Ni River ni Boca llegan uno más que otro como favoritos. Ninguno está atravesando su mejor momento futbolístico. Pero en estos partidos poco importa como llegan, tampoco los antecedentes. Se trata de partidos especiales. Es patético hablar de fracaso porque se pierde un partido. Uno fracasa cuando traiciona el honor del futbolista por no participar de un encuentro con esta envergadura con la responsabilidad de la representatividad que requiere el escenario y las circunstancias. Y deseo que jugadores y los entrenadores defienden con hidalguía el la oportunidad de esta gran final, y que podamos recordarla como eso, una gran final entre los dos máximos exponentes del fútbol argentino.

Es una final de Copa Libertadores que se juega la primera vez además con la particularidad de que los finalistas derrotaron a rivales históricos como los son los equipos brasileños, que llamativamente jugaron a no dejar jugar, y fueron superados con fútbol. 

A mi me preocupa cuando no resaltamos que estamos en el escenario más importante del mundo del fútbol. Los clásicos son históricos siempre, pero este en particular trasciende porque es una final de Copa Libertadores entre los máximos exponentes del fútbol argentino. El fútbol argentino ya gano la final.  

Se trata de una cita con la historia que solo se desvirtúa de el deshonor y la trampa. Se juega y se defiende Nuetro fútbol. La tristeza del honor no es la misma que la trampa y la mentira. Nada garantiza ganar. Es mejor estar triste por jugar con honor que por miserable. Quiero que jueguen con honor. Que sean competitivos sobre la base de un reglamento que es la ética. Mi deseo es que honren el fútbol argentino.

Seguramente los condicionará a los dos la ansiedad. Influirá todo lo que se habla. Pero los dos equipos están capacitados para ofrecernos  un buen espectáculo. 

Los entrenadores tienen una enorme responsabilidad por el tiempo que llevan al frente de sus equipos. Porque se trata de dos entrenadores exitosos con la particularidad además de haber sido Idolos en los equipos que dirigen y haber conocido en carne propia como se juega un clásico. Tienen la gran oportunidad de dignificar nuestro trabajo. 

No quiero escuchar esto de que se trata de un partido de vida o muerte. No es necesario destruir el escenario con estos discursos lamentables. Es deseable después de todo los que vivimos en  el fútbol argentino que sean partidos en los cuales gane el que mejor juega. 

Hay sectores de la prensa y la dirigencia que no están a la altura, y están dando mensajes irresponsables. Y lo que los argentinos necesitamos es poder vivir esta fiesta del fútbol  sin violencia ni agresiones. 

Hay dos maneras de que se recuerde en la historia este clásico: por dos grandes equipos que  ofrecieron un espectáculo digno o por dos equipos mezquinos, que se dejaron arrastra por los  espantos de un sector minúsculo que habla de ganar o morir como si fuera la guerra. Ojalá hablemos después de la final, de una final a la altura de la historia de dos grandes del fútbol argentino. 

Un Clásico sin público visitante

Lamentablemente el fútbol argentino no está preparado para el regreso de los hinchas visitantes por los reiterados hechos de violencia. Se necesita una política para erradicar a los violentos que hoy no se esta realizando. No era momento para debatirlo y ninguno de los dos equipos lo necesita económicamente. A partir de un comentario del presidente de la República se evalúo la posibilidad aunque era inviable. No tiene nada que ver. Esto es un tema del mundo del fútbol. Y si se quiere debatir, el debate debe llevar otros tiempos.  Cualquiera de los dos equipos deberían necesitar para esta final estadios de 200 mil personas. Hablar del regreso de los visitantes para este partido significa una provocación.