Rectificar es de sabios

Luis Enrique durante la rueda de prensa de este jueves en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas

Luis Enrique durante la rueda de prensa de este jueves en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas / EFE

Lluís Mascaró

Lluís Mascaró

No tenía ningún sentido que el mejor lateral izquierdo de España no estuviera en la selección española. El ‘castigo’ de Luis Enrique a Jordi Alba era injustificable desde el punto de vista futbolístico. Solo podía entenderse, pues, como una cuestión personal. Un desencuentro que, según cuentan, nace la noche de la histórica remontada en el Camp Nou ante el PSG. El entonces entrenador del Barça sacrificó a Alba para jugar con un 3-4-3 y aquello derivó en un enfrentamiento (con ‘recaditos’ a través de los medios de comunicación incluidos) que se prolongó hasta ayer, cuando Luis Enrique decidió rectificar. Rectificar, dicen, es de sabios. Y el seleccionador se dio cuenta de que mantener a Jordi Alba fuera de la convocatoria por tercera vez hubiera resultado totalmente insostenible. La presión exterior (tanto de los medios de comunicación como de algunos compañeros de Jordi Alba) ya se había hecho notar... Como el técnico no tiene un pelo de tonto, aparcó sus diferencias personales con el lateral izquierdo blaugrana y le incluyó en la lista para jugar los partidos contra Croacia y Bosnia-Herzegovina.

La historia de este desencuentro debería acabarse aquí. Luis Enrique no quiso explicar el porqué de su rectificación (”Es una decisión profesional, nada más”, insistió), mientras que el entorno del jugador reconoció que estaba “inmensamente feliz” por volver a la selección. Punto final. Sin reproches. Pensando solo en el presente. Y en el futuro. Porque si Alba mantiene el rendimiento que está ofreciendo en los últimos meses, seguirá en la selección sí o sí. El pulso ha terminado en tablas. Y eso es lo mejor que les podía pasar a Luis Enrique, a Jordi Alba y a la selección española.

El escándalo Sergio Ramos. No quisiera acabar este artículo sin un recordatorio a la nueva agresión de Sergio Ramos. En esta ocasión, la víctima ha sido Milan Havel, del Viktoria Pilsen. Aunque posteriormente pidiera perdón a través de las redes sociales, el defensa del Madrid volvió a demostrar que es el jugador más sucio del fútbol mundial. Y no es una apreciación. Es un dato: tiene el récord de tarjetas amarillas y rojas en la Liga y en la Champions. Sin contar con las que le han llegado a perdonar a lo largo de toda su dilatada trayectoria. Como la del pasado miércoles. Un auténtico escándalo.