Opinión

Razón y corazón del fútbol, por Juan Cruz

Las Palmas - Barcelona

Las Palmas - Barcelona

Diego Talavera Alemán, quizá el más intuitivo espectador de fútbol (y del periodismo) que conozco, me aseguraba hace dos días que un resultado como el que mantuvo la esperanza de la UD en el empate sería satisfactorio para su alma amarilla. Y ese espectáculo de azares que es el fútbol tiñó de fracaso su esperanza.

Acaso la razón de la victoria azulgrana fue que el Barça de la segunda parte fue la UD de la primera, cuando el equipo de Pimienta ensayó a ser como el Barça que imita, mientras que el Barça de Xavi actuaba como si estuviera en vísperas de un ataque de nervios que viene de la tabla clasificatoria, en la que cual se mira Xavi como si estuviera temiendo la posibilidad de la guillotina. Esa ansiedad de escolar que tiene todo entrenador en la cuerda floja no la padece su compañero de escudería, ahora su enemigo en los banquillos, así que la UD dio varias lecciones de táctica de salón y de arrojo de futbolistas en ese periodo de largo calentamiento.

Hacía mucho tiempo que no veía un partido con tanto miedo, con tanta responsabilidad

Vi el partido con el alma en vilo, porque el corazón culé que tengo desde chico viajaba todo el rato, en muchas de las jugadas, hacia el amarillo de Las Canteras, en gratitud no sólo a los paisanos que nos enseñaron fútbol desde hace tanto tiempo, sino al hecho mismo de que la UD fue durante años el equipo que iba por los campos de mi pueblo explicando el fútbol que aprendió, por ejemplo de Molowny, mi vecino jabonero en la calle Nueva del Puerto de la Cruz.

Todos esos monstruos amables del pasado fueron atravesando mi corazón de incertidumbre, de traiciones sentimentales, de afectos, hasta que en el último suspiro de un partido tan difícil, tan veloz, tan cultivado por buenos estrategas del juego, un penalti, esa suerte tan díscola del fútbol, puso en manos de la historia que el corazón y la razón fueran cada una por su lado. Un penalti fue la pena, exactamente la pena.

Hacía tiempo que no veía con tanto miedo, con tanta responsabilidad un partido.