Opinión

¿Cómo es posible que los delitos de Rubiales no tuvieran control?

El CSD, culpable de las tropelías de la Federación

Luis Rubiales, expresidente de la RFEF

Luis Rubiales, expresidente de la RFEF / AP

El beso robado a Jenni Hermoso fue el detonante de la caída de Rubiales, pero a día de hoy aquella conducta del todo censurable se ha convertido en una anécdota a la vista de los casos de corrupción y blanqueo de capitales que investiga la justicia. El nefasto presidente convirtió la Federación en un nido de ladrones, en un coto privado donde las comisiones y el amiguismo campaban a sus anchas. Mientras tanto, el Consejo Superior de Deportes eludía su obligación y responsabilidad de controlar la Federación de Fútbol. El Gobierno miraba hacia otro lado y Pedro Sánchez toleraba que su entonces amigo hiciera todo tipo de tropelías. Rubiales sentía que tenía el apoyo del gobierno, se consideraba invulnerable hasta que cayó en desgracia… y lo dejaron caer.

Estamos frente a un escándalo oculto que ha durado muchos años a pesar de las denuncias con pruebas de El Confidencial, de las acusaciones de su tío Juan Rubiales, de las cuatro solicitudes presentadas al CSD para que le abrieran expediente y de los numerosos audios aparecidos en los que quedaba claro que el presidente ejercía el cargo con nepotismo y negligencia. Cómplice de esta situación es su junta directiva, un grupo de palmeros y estómagos agradecidos, donde todos cobran a final de mes y esconden mutuamente las vergüenzas. Incluido el presidente de la Catalana, Juan Soteras, otro que está al borde del cese, que tuvo la desvergüenza de declarar que el nuevo presidente lo decidirían ellos.

¿Cómo fue posible que Rubiales cometiera tantos delitos en su gestión presidencial? ¿Por qué el Consejo Superior de Deportes no investigó cuando recibió hasta cinco denuncias que escondieron en un cajón? Lo sucedido en la Federación de Fútbol debe servir de lección para cortar de raíz con un pasado viciado donde los intereses creados se han convertido en “modus vivendi”. La gobernanza del deporte profesional exige otro tipo de personas en los cargos de responsabilidad. Las asambleas de toda la vida han quedado caducas. Las próximas elecciones no pueden decidirlas los presidentes de las federaciones territoriales que viven de los sueldos de Rubiales.

Lo único positivo de este terremoto que está dañando al futbol español, es que se lleva por delante a Pedro Rocha. El presidente de la gestora, puesto a dedo por Rubiales, se veía ya como presidente a pesar de haber sido el vicepresidente económico de una Federación corrupta. Es un hombre con vicios del pasado, por mucho que quiera lavar su imagen no tiene credibilidad y debe asumir la culpa que le toca de lo sucedido. Es urgente un cambio estructural. Abrir las ventanas y levantar las alfombras. El futbol español merece otro tipo de dirigentes.

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