El pesimista de Lillerød

Christensen ante el Getafe

Christensen ante el Getafe / EFE

Rubén Uría

Rubén Uría

Más allá del resultado ante el Villarreal, si el Barça gana esta Liga, será gracias a su sostén defensivo. Lewandowski factura, Ter Stegen para, Pedri genera y Gavi presiona, pero lejos de las luces de neón y los grandes titulares, el equipo de Xavi Hernández se está sosteniendo en el liderato gracias a un cambio clave: La temporada pasada, era un flan atrás.

Este curso, acumula 15 porterías a cero. En ese muro azulgrana asoman Araujo, Koundé, Alba o Balde. Para todo lo demás, como Mastercard, está Andreas Christensen. Una póliza de seguros. Cuando tenía ocho años, quería ser jugador profesional de fútbol, como su padre. Aquel niño de Lillerød llegó a escribir que, algún día, su sueño se haría realidad y sería jugador del FC Barcelona. Casi 18 años después, dicho y hecho. El sueño se ha hecho realidad.

Juega en el Barça, es titular indiscutible y se ha metido al socio en el bolsillo. Sostiene Carlo Ancelotti que hay dos tipos de defensas en el mundo: el optimista y el pesimista. El segundo tiene esa naturaleza porque siempre piensa que alguien puede fallar y siempre está concentrado. Christensen es un central pesimista.

Impecable en la marca y especialista en el noble arte de la anticipación. Se doctoró con lo más granado de los banquillos del fútbol mundial: José Mourinho, Antonio Conte, Frank Lampard, Maurizio Sarri y Thomas Tuchel. Fue titular con todos. Con Xavi Hernández también. El secreto del danés es sencillo: poco ruido y muchas nueces. Algo tiene el agua cuando la bendicen.

Eso debió pensar Mateu Alemany, el Messi de los despachos, cuando apostó por el fichaje de un central bueno, bonito y barato. Operación redonda. Copyright ‘Padremany’. Andreas no es un cromo caro, sino un jugador de club. Se ha asentado en tiempo récord, se ha ganado la titularidad y cada vez que tiene que hablar, lo hace, alto y claro, donde debe, en el campo. Por abajo, es cosa seria. Por arriba, un antiaéreo. Al quite, manda. Al cruce, se anticipa. En el duelo, cuerpea.

No es el más vistoso, ni el más rápido, ni el más popular, pero siempre tiene una solución para cada problema. Christensen no juega con esmoquin, pero es justo lo que necesitaba este Barça. Es una pieza clave para Xavi. Roba mucho, pega poco, sale limpio y anticipa siempre. Conoce su oficio y es pesimista.

Su fichaje ha sido una bendición. Es feliz en Barcelona y por muchas ofertas que reciba, por mucha ‘fake news’ que circule y por muchos rumores que aparezcan, no quiere irse del Barça. Es muy sencillo saber por qué. Apenas tenía ocho años cuando vivía en Lillerød y soñaba en azulgrana. Hoy, Andreas Christensen está viviendo su sueño. Y eso no se compra con dinero. Los sueños no tienen precio.

Adiós, ‘Pichón’

Se forjó en Santander, dejó huella en el Atleti y fue ídolo del Camp Nou. Fue olímpico, debutó con la absoluta en Wembley y marcó un gol inmortal en la final de Copa de 1983, en un inolvidable vuelo sin motor. Marcos Alonso, hijo y padre de futbolista, se nos fue demasiado pronto. Gran delantero, mejor persona. Que la tierra te sea leve, ‘Pichón’.

Pitos por aplausos

Si no juega, apoya y aconseja. Si juega, asiste, marca y suma. Jordi Alba está jubilando a sus jubiladores. Siempre fue el mejor lateral del mundo en el último tercio del campo. Ahora es más que eso. A base de dignidad y trabajo, es un ejemplo para muchos. Ha logrado lo más difícil del fútbol: cambiar los pitos por aplausos.