Una obra maestra llamada MotoGP

Martín y Bagnaia, durante la carrera en Tailandia

Martín y Bagnaia, durante la carrera en Tailandia / EFE

Josep Lluís Merlos

Josep Lluís Merlos

Tras la carrera de Tailandia, Jorge Martín comentó que necesitaba un “break”. El triplete de Japón-Indonesia-Australia -y más después de una cita tan exigente desde el punto de vista físico como fue la de India- pasó factura en el ánimo de toda la parrilla. 

Aunque el piloto de San Sebastián de los Reyes ya supo lo que es la responsabilidad de luchar por un título mundial -como el que consiguiera en Moto3 en 2018-, estar con opciones de lograrlo en la categoría reina son palabras mayores.

Después de los errores cometidos en Mandalika y Phillip Island, su cabeza estalló pese a que en Buriram supo controlarla y hacerse con el máximo botín de puntos gracias a su séptima victoria en la carrera al sprint y la cuarta dominical de la temporada.

Martin está rodeado de un entorno humano muy profesional. Empezando por su padre, que le transmite su apoyo desde una distancia lo suficientemente prudente como para no resultar invasiva, hasta su mánager -el mejor del paddock en este momento- Albert Valera, pasando por el director deportivo del equipo Pramac, Fonsi Nieto, que conoce perfectamente las mariposas que revolotean en el estómago de Jorge, ya que las sintió frecuentemente en su etapa como piloto hace más de veinte años.

Dice Pecco Bagnaia, el actual campeón, que si finalmente el título se lo adjudicara Martin no consideraría su presente campaña como un fracaso. El italiano ya aprobó la asignatura de “campeonar” en 2022, y probablemente no tenga asuntos pendientes en su mente, pese a que la bulimia de todo deportista de élite es insaciable.

E de Eléctrico

E de Eléctrico / CUPRA

Señala el de la Ducati oficial, la roja, que la presión la tiene Jorge. Y es cierto. Pero la velocidad también es suya. Hay quien cree que Jorge, con su aspecto de tipo duro, es como una reencarnación de aquellos tipos implacables que fueron los legendarios pilotos de las 500 de dos tiempos. Y probablemente su actitud, su estilo, su agresividad (limpia, eso sí) al manillar esté más cercana a lo que destilaban los Gardner, Doohan, Schwantz de finales de los ochenta de lo que transmite Bagnaia.

Mientras que el español parece fugado de un cuadro como los que pintó Goya inspirándose en pícaros y lazarillos de la España del barroco tardío de finales del XIX, el italiano semeja salido de un lienzo de Velázquez, con su realismo barroco de dos siglos antes en el que nos presentó a una corte de nobles peripuestos y alambicados.

Si a Bagnaia le cambiamos el mono rojo del Lenovo Team y le vestimos con los sayos y gorgueras de los caballeros retratados por el artista sevillano, a uno le entran ganas de darle las llaves de Breda.

Pero Martin no es Spínola, ni Bagnaia va a rendir sus lanzas con facilidad. Quedan tres batallas, tres finales, seis carreras. Treinta y siete puntos en juego cada fin de semana, y 13 -solo 13- los que les separan ahora.

Dos estilos diferentes, idéntico objetivo, la misma ambición. Un piloto de la calle, y otro que ya habita en palacio. ¿Ir a tope en cada curva para recortar la diferencia, o limitarse a cruzar la meta por detrás del rival?

Valencia será decisiva. Con un asfalto probablemente muy frío, donde Francesco podrá jugar con el comodín de las presiones de los neumáticos, que Jorge ya ha gastado. Apasionante.