El miedo de Valverde deja al Barça sin otra Champions en la era Messi

A Ernesto Valverde no le hace gracia que se dé por hecha la clasificación

A Ernesto Valverde no le hace gracia que se dé por hecha la clasificación / JAVI FERRÁNDIZ

Ernest Folch

Ernest Folch

El Barça de Valverde ya tiene su noche trágica, que en realidad es una copia de las últimas debacles, como si no hubiera aprendido absolutamente nada de los desastres de París y Turín del pasado año. A pesar del cambio de entrenador, a pesar de la solidez que había mostrado el equipo durante buena parte de la temporada, y a pesar de una inversión multimillonaria en fichajes, el Barça ha caído otra vez en los cuartos, por tercer año consecutivo, irreconocible y como un equipo muy pequeño.

En realidad, el equipo blaugrana empezó a perder el partido desde el túnel de vestuarios, porque Valverde envió el peor mensaje que se puede lanzar desde un banquillo: miedo a atacar, miedo a ir a por el partido, miedo a ser grandes. Y el Barça salió al campo desfigurado y sin personalidad, con el único objetivo de que pasaran los minutos.

El pecado capital de Valverde fue un conservadurismo que ayer elevó a su enésima potencia, y una falta de ambición impropia de un equipo de este nivel. Ayer dio la sensación de que el entrenador es tan pragmático que se ha olvidado de soñar: de tanto mirar el resultado se ha terminado olvidando del juego. El Barça estuvo todo el partido esperando el milagro de Messi, que tantas veces ha tapado las deficiencias, pero esta vez no llegó: es demasiado cómodo esperar que los extraterrestres arreglen sistemáticamente los descuidos de los humanos.

Y es que el partido de Roma traerá consecuencias y obliga a terminar una revolución que se ha quedado a medias. Se hicieron fichajes para rejuvenecer una plantilla mayor, y a la hora de la verdad Dembélé ha jugado diez minutos por razones técnicas y Paulinho está desde hace semanas en paradero desconocido, uno de tantos jugadores que pasa de ser titular a no ir convocado con escasos días de diferencia.

Hay demasiados futbolistas que ya debieron ser traspasados el pasado verano, y se sabe que si no se van es únicamente porque no hay quien pague su ficha.  Y la promesa con la que vino Valverde, apostar de una vez por la cantera, se ha quedado de momento en una gran decepción, y es por ahora el entrenador que menos confía en La Masia de los últimos años. 

El resultado es que el Barça vuelve a caer en cuartos por tercer año consecutivo. En el fútbol nada sucede por casualidad, y si este equipo se hunde año tras otro en el mismo escalón es sencillamente porque no hace bien su trabajo y porque llega, una vez más, sobrecargado y sin oxígeno al momento cumbre, víctima de una planificación mal diseñada por tercer año consecutivo. Lo más insoportable es que se escapa otra Champions en la era de Messi, un pecado que multiplica exponencialmente la sensación de fracaso. Valverde escogió el peor día para hacerse pequeño.