El mar de cifras en el que navega Laporta

Laporta, en rueda de prensa

Laporta, en rueda de prensa / EFE

Marc Menchén

Marc Menchén

Este verano hemos visto que la actualidad del FC Barcelona la marcan los números, y no precisamente los de los traspasos, sino los que reflejan la cruda realidad de las arcas blaugranas. Escuchando estos días al presidente, Joan Laporta, en alguna ocasión me planteé por qué no llevaba una chuleta con las cifras clave que se le pedirían. Sólo así puede entenderse la magnitud de la pésima gestión deportivo-económica final de Josep Maria Bartomeu, la limpieza que Laporta ha aprovechado para hacer de entrada y por qué los jugadores no pueden rehuir la crítica a su inacción estos meses.

Empecemos por el principio: la gestión de Bartomeu y la pesada herencia que dejó la huida hacia adelante cuando Neymar se fue a París en 2017. Ese miedo a la salida de otras estrellas y la obligación de buscar un relevo hizo que el gasto en salarios deportivos pasara de 340 millones a 490 millones de euros sin rebajas Covid de por medio. El coste vinculado a los fichajes pasó de 67 millones a 174 millones de euros anuales. 

En total, 610 millones el último año auditado, equivalente al 86% de la cifra de negocio. Aquí no contamos los traspasos, extraordinarios e imprevisibles por naturaleza, pero que la última junta quiso forzar y convertirlos en recurrentes para mantener una masa salarial imposible. Y a esto sólo le faltaba una pandemia de por medio, que secó el negocio del Camp Nou y arrastró al club a unas pérdidas de 97,34 millones de euros en 2019-2020. Los números rojos de 2020-2021 subirán a 481 millones, si bien a la gestión de Bartomeu serían imputables unos 150 millones. Bajemos al detalle.

El ya expresidente volvió a jugar un año más a los hipotéticos de gran magnitud. Mientras sus rivales dejaban a cero los ingresos por taquilla, él decidió incluir 56,5 millones por explotación del estadio. Mientras el mercado de traspasos se secaba, él confió en que levantaría 88,6 millones con la salida de futbolistas y otros extras. Aun sabiendo que venían elecciones y esa operación no podía ser un salvavidas, incluyó 110 millones por la venta del 49% de Barça Corporate.

Este potencial agujero era conocido desde enero, pues el presupuesto era público y algunos ya advertimos que estaba cogido con pinzas. Y ese no es el único problema, pues también contemplaba que se reducirían los gastos de plantilla en 127 millones de euros por el diferimiento salarial, algo que ni LaLiga ni el auditor, EY, compraron.

Así, de una previsión de ingresos de 828 millones para 2020-2021 se pasó a un cierre de 631 millones. Y, de un gasto de 796 millones a uno de 1.136 millones de euros. Y aquí estará el caballo de batalla de los próximos meses sobre herencias y responsabilidades. Laporta ha aprovechado para reducir en 138 millones el valor de la plantilla, un coste por anticipado que da aire para vender con algo de plusvalía los cromos de Pjanic, Neto o Coutinho cuando se tercie. Y de lo que nos falta por saber más información: hay 90 millones que se han anticipado de gastos por litigios. ¿Cuáles? No lo sabemos.

Miremos al futuro. Aunque Laporta es optimista por naturaleza, sería prudente asumir que los ingresos ordinarios no alcanzarán los 800 millones de 2018-2019 hasta al menos 2023-2024. De ahí que los futbolistas tengan un papel determinante este verano, que sólo Gerard Piqué ha asumido. El problema del Barça no es coyuntural, es estructural.

Por eso los diferimientos son pan para hoy y hambre para mañana. Ni ayer, ni hoy, ni en tres años, el Barça se puede permitir una masa salarial de más de 600 millones. En los fichajes ya se ha hecho el ejercicio de constricción. Faltan los futbolistas, beneficiarios del boom de ingresos audiovisuales, pero al margen -parece- de los males pandémicos.