Opinión

El fútbol a reloj parado, una idea... discutible

Ansu Fati habla con Xavi durante el entrenamiento

Ansu Fati habla con Xavi durante el entrenamiento / FCB

Hay entrenadores que consideran que bastante tienen con gestionar a sus jugadores. Otros, en cambio, se atreven a lanzar propuestas para mejorar el juego. Xavi es de los segundos, y hay que agradecérselo: futbolero de pies a cabeza, de los que vive este deporte con la pasión de un colegial, siempre intenta transmitir propuestas para que el fútbol siga siendo el mayor espectáculo del mundo. Muchas de sus ideas son plausibles y merecen elogio, pero desde esta humilde tribuna nos atreveremos a discrepar con el técnico del Barça en un punto muy concreto, el del fútbol a reloj parado. 

Los partidarios de jugar a reloj parado (como ocurre en el baloncesto) argumentan que serviría para favorecer la fluidez del juego y la posesión y el juego efectivo. Es posible. Pero a cambio, los tramos finales de los partidos se alargarían hasta límites casi insoportables, y las interrupciones serían mucho más numerosas (cabe imaginar que el equipo menos interesado en jugar cometería una falta tras otra). 

Una de las grandes virtudes del fútbol es que el juego fluye y el tiempo corre: si empezamos a interrumpirlo continuamente (como está sucediendo a veces con los parones del VAR), empieza a desnaturalizarse de manera peligrosa.

El árbitro principal perdería potestad sobre lo que ocurre en el campo. Se supone que el encargado de controlar el tiempo (detener y reanudar el reloj) sería el cuarto árbitro (o un quinto árbitro, quién sabe); y ya hemos visto lo que sucede cuando el árbitro principal pierde jerarquía sobre el juego: como sucede con el VAR, el público -y a veces incluso los jugadores- ya no saben si las decisiones las toma el árbitro o las toman los que ven el partido a través de una pantalla. 

Jorge Valdano suele subrayar que el fútbol ha sobrevivido 150 años con unas reglas básicas y muy estables. Y que quizá sea esa sencillez lo que convierte al fútbol en un juego tan global. Todo el mundo lo entiende porque es sencillo, porque las reglas que los ingleses dejaron por escrito en 1863 siguen siendo básicamente las mismas.

En los últimos años se han introducido en el reglamento más cambios que en los cien años anteriores. Quizá ha llegado el momento de dejar que el reglamento repose un poco. 

Vivimos tiempos frenéticos, en los que todo el mundo quiere innovar a toda costa y en todo momento. Más que innovaciones, el fútbol necesita un poco de sentido común a la hora de aplicar las reglas. ¿Fórmulas nuevas? Ya existen, y parece que funcionan (véase la Kings League): hay sitio para todos.