La España de las mil y una caras

España, con un pie en cuartos

España, con un pie en cuartos / AFP

Albert Masnou

Albert Masnou

Es una España con mil caras. Los muchos emoticonos que nos aparecen en el móvil servirían para dibujar cualquier minuto de un partido de la selección española. El de Luis Enrique es un equipo imprevisible, capaz de lo mejor o de lo peor, que nunca te deja indiferente.

El pase a los cuartos de final fue un claro ejemplo de esta variedad de fisonomías que es capaz de ofrecer la roja: Verde, inexperto, con falta de un delantero centro goleador, sin un portero que sepa jugar la pelota con los pies pero también con mucho talento, con un centro del campo impresionante, con mucho futuro y sobre todo con un corazón enorme.

Solo así, por este carácter, se podría entender cómo España es capaz de remontar un partido que se había puesto cuesta arriba por el regalo de Unai Simón, que cuando Luis Enrique empieza a hacer los cambios para dosificar fuerzas con el 1-3 en el marcador se deja remontar en solo seis minutos y se ve obligada a jugar una prórroga tocada, con una Croacia que se venía arriba y una España muerta.

Y, pese a todo, pese a que el equipo estaba roto y la moral por los suelos, el equipo de Luis Enrique demostró que su corazón no cabe en Copenague ni en la Cartuja. El partido de octavos de final contra Croacia fue enorme, de esos que engrandecen el fútbol por los muchos aciertos de unos y otros y de otros tantos desaciertos pero por encima de todo planea la pasión de unos jugadores que, siendo Luis Enrique el único líder, han sido capaces de transmitir a una afición desencantada una creencia que hasta ahora no existía.

España es capaz de todo. De lo mejor y de lo peor por lo que cualquier selección que se cruce en el camino de la roja no las puede tener todas consigo.