Opinión

El error fue no cesar a Xavi cuando presentó su dimisión

Laporta y Xavi el pasado 24 de abril, en la rueda de prensa que dieron en la Ciutat Esportiva Joan Gamper

Laporta y Xavi el pasado 24 de abril, en la rueda de prensa que dieron en la Ciutat Esportiva Joan Gamper / Dani Barbeito

Laporta ha perdido la fe y la confianza en Xavi. Y Xavi ya sabe que no le queda otra salida que esperar a que le cesen. El triste final está cantado. Cuando las cosas se hacen mal es imposible que acaben bien. No puede sorprender a nadie que la historia termine de esta manera después de una temporada donde se han encadenado las decepciones, se han perdido todos los títulos. Lo que duele es la forma como se está desarrollando el culebrón, tendrá un final turbulento y polémico que en nada beneficia la imagen del club.

El error fue no cesar a Xavi el 27 de enero después de perder en casa 3-5 frente al Villarreal. Aquel día presentó una dimisión en diferido que el club nunca debió aceptar: “Me voy el 30 de junio, es lo mejor. No tiene sentido seguir, no quiero ser un problema.” El presidente respondió con una generosidad de la que ahora se arrepiente haciendo referencia a su condición de mito barcelonista. Laporta aceptó su continuidad con los riesgos que implica, un técnico con fecha de caducidad nunca funciona. El deseo de Xavi no debió prevalecer por encima de los intereses del club. El mismo demostró debilidad sicológica colocándose la soga al cuello. Un entrenador provisional no es garantía de nada.

Cuando Xavi renuncio a bombo y platillo, el Barça había perdido la Supercopa en Riad, la Copa en Bilbao y había encajado una goleada escandalosa en Montjuïc. Quedaban por delante cuatro meses de competición y todavía estaban en juego los dos títulos más importantes, Liga y Champions. El argumento del técnico en los meses de febrero y marzo fue que su decisión había tenido efectos positivos para el equipo. Falsa realidad, se engañaba a sí mismo. Cuando llegaron los partidos importantes, contra el PSG y el Madrid, se frustraron todas las esperanzas.

Aunque había repetido varias veces que si no se ganaba nada sería el primero en irse, sucedió todo lo contrario. Xavi dio marcha atrás y pidió continuar prometiendo ilusión y títulos. Todo fue un paripé. Laporta aceptó la comedia porque no tenía ningún sustituto de en la recámara.

Fue una continuidad atada con alfileres que se desmontó con unas declaraciones veraces pero fuera de lugar. Todo esto se hubiese evitado si llegan a cesar a Xavi a finales de enero como aconsejaba la coherencia deportiva. Xavi cavó su propia tumba y el Barça no supo tomar a tiempo la decisión oportuna. Tirar la toalla y esconder la mano es una estrategia que no funciona. Quién sabe si con el cambio de entrenador el Barça hubiese podido llegar más lejos y, sobre todo, hubiese evitado la situación actual de desavenencia que es un castigo añadido. En el futbol las decisiones importantes hay que tomarlas con la cabeza, nunca con el corazón.