Opinión

Un equipo que aguanta la institución

Las jugadoras del Barça levantan su tercera Champions League al cielo de Bilbao

Las jugadoras del Barça levantan su tercera Champions League al cielo de Bilbao / JAVIER FERRÁNDIZ

La ola de euforia generada por la conquista de la Champions femenina no es un fenómeno circunstancial ni casual. Se abre definitivamente una nueva era en la que el fútbol de las chicas, en paralelo a sus éxitos deportivos, escala un peldaño y entra en una nueva dimensión social.

La profunda comunión entre Aitana, Alexia y compañía y la afición blaugrana, que acudió en masa a Bilbao en el mayor desplazamiento de su historia, expresa un sentimiento que va más allá de un partido de fútbol: es el orgullo de sentir que en el fútbol femenino el Barça vuelve a dar significado al tan erosionado ‘Més que un club’.

Estas inmensas futbolistas no solo han conseguido llegar a lo más alto con el estilo de juego de siempre, sino que además lo hacen transmitiendo los valores que el masculino, poco a poco y a lo largo de muchos años, ha ido poco a poco olvidando y guardando en un cajón.

Comparaciones odiosas

Las comparaciones entre las dos secciones son ahora mismo odiosas: una gana un triplete, la otra, nada. Una transmite alegría, orgullo, comunión y esperanza, la otra desasosiego y tristeza con ratos de vergüenza incluidos. Hoy mismo, y con Messi fuera del club, el gran icono global de la institución no es ningún jugador del primer equipo masculino, sino la contagiosa alegría de Aitana o Alexia, convertidas en el estandarte de lo que quiere expresar el club.

El triunfo del fútbol femenino es curiosamente un mérito transversal conjunto de las dos últimas juntas directivas. Bartomeu apostó por el femenino cuando nadie creía en él y Laporta se dio cuenta, una vez dentro del club, de la importancia que tenía esta sección para el futuro de la entidad: la renovación de Alexia, un asunto peliagudo y potencialmente peligroso, se ha gestionado con discreción e inteligencia.

En el femenino no oirán a Laporta hablar de la tan cacareada herencia: aquí recibió un regalo impagable, del que no parecía muy consciente cuando llegó a la presidencia, y que paradójicamente le ha suministrado un valiosísimo balón de oxígeno en el peor momento posible. En medio de la dolorosa herida provocada por el deplorable adiós de Xavi en el que Laporta ha perdido por goleada la batalla de la opinión pública, el maravilloso triunfo de las chicas ha acudido al rescate del presidente en particular y de todo el fútbol masculino en general.

Cierto, la sección de fútbol femenino no puede todavía aguantar al club económicamente, pero sin duda ya lo hace moralmente. ¿Se acuerdan de aquellos viejos tiempos de Guardiola y Messi en los que decíamos que el equipo aguantaba al club? La frase hoy vuelve a ser más cierta que nunca, pero por primera vez y al menos durante un tiempo, se trata del femenino, y no del masculino, el que soporta el peso de la institución.

El éxito de las chicas deja también una valiosa lección para todas las familias del club, empeñadas en perpetuar sus inútiles y cansinas guerras civiles: que a veces igual sale más a cuenta poner en valor y aprovechar lo que han hecho los que los han precedido más que intentar justificar las negligencias del presente con las desgracias del pasado, el deporte preferido de todas las juntas directivas del Barça.