El destinatario del mensaje de Laporta

Joan Laporta, presidente del FC Barcelona

Joan Laporta, presidente del FC Barcelona / FCB

Ernest Folch

Ernest Folch

Fue precisamente en la tradicional Festa de l’Esport Català, organizada por SPORT, el escenario elegido para lanzar una advertencia muy calculada y meditada: que nadie vea un calentón donde hay básicamente una pausada reflexión. De entrada, es quizás la primera vez que oímos de la boca de un presidente del Barça la expresión “fin de ciclo” referida al propio club, una expresión tan realista como dura, que precedió al uso nada casual de la palabra “renovación”, por si alguien tenía alguna duda de que, ahora sí, Laporta está a punto de ejecutar el cambio profundo para el que fue legítimamente escogido.

El propio presidente se encargó de acotar temporalmente sus advertencias (“la semana que viene tomaremos decisiones”), algo que podría perfectamente haber evitado, que le autoimpone una buena dosis de presión y que explica muy claramente que se ha terminado esta etapa inicial de su presidencia en la que ha dominado la prudencia y la discreción.

Por todo ello, cabe preguntarse quién es el destinatario del mensaje contundente del presidente, o quien va a ser su siguiente víctima, que es lo mismo. Que nadie se engañe: Laporta no hablaba de Koeman, o no solo de Koeman, por la sencilla razón de que la no continuidad del técnico, salvo milagro, ya está decidida: lo único que podría salvarle es el escenario poco probable de que no se le encuentre ninguna alternativa.

Así pues, el auténtico destinatario del primer mensaje de calado de la presidencia de Laporta es el vestuario, y más concretamente su núcleo duro. El presidente sabe que los jugadores de peso, con la excepción de Messi, son los primeros responsables de la súbita y triste distensión que sufrió el equipo tras la conquista de la Copa. Cuando Laporta dijo la noche del martes en su breve arenga que “se ha perdido la Liga de manera incomprensible” estaba señalando a unas vacas sagradas que, cuando ha llegado el momento de la verdad, han vuelto a desplomarse como ya hicieron en Roma, Liverpool o Lisboa.

Y si Laporta les lanzó una advertencia en público antes de hacerlo en privado es justamente porque necesita allanarse el camino, y que los jugadores señalados empiecen a asumir que ya no son intocables. El dilema de Laporta es que se autopresentó durante las elecciones como un candidato próximo a los jugadores en general y a Messi en particular, y ahora se verá obligado a liderar una limpieza de estos mismos futbolistas.

Pero tiene una coartada incontestable: él no tiene ninguna culpa de los astronómicos contratos que firmó la anterior junta con la mayoría de veteranos. Lo que es seguro es que, como advirtió el propio Laporta, en los próximos días vienen curvas de las buenas.