El dedo de Piqué, el escudo de Gerard

Gerard Piqué mando callar la grada de Cornellà

Gerard Piqué mando callar la grada de Cornellà / Javi Ferrándiz

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Pensemos que se comportaron como unos jabatos. Pensemos que se dejaron el alma en el empeño. Pensemos que es un derbi ciudadano, por favor, olvidemos esa bobada de que es el Espanyol de Cornellà-El Prat, solo verbalizada para hacer daño o, tal vez, sí, quién sabe, para responder a tanto dolor como ha acumulado Piqué cuando acude al estadio blanquiazul y escucha los cánticos que escucha sobre su amada chica. Pensemos que, pese a la dureza, o contundencia, o virilidad, fue un derbi correcto, duro, “recio”, como lo definió Sánchez Flores. Pensemos que es fútbol y que nuestros ojos y mentes retienen acciones, gestos e, incluso, simbolismos mucho más duros. No estoy defendiendo a nadie. Pero tampoco pienso atacarlos, criticarlos. Creo, y así lo escribo, que ayer vimos un partido muy bien jugado, vale, sí, no de juego, no de fútbol (el campo, el diluvio, el césped, no lo permitió), pero sí de intensidad, de entrega, de coraje, de corazón y alma, de amor por los colores. Por los dos colores, por ambas camisetas.

Y, sí, es verdad, cuando ese león, único, tremendo, ese ‘Messi blanquiazul’ que se llama Gerard Moreno, que es el orgullo perico, porque lo es, porque se lo merece, porque lo demuestra en cada partido, marcó el gol del Espanyol, se fue hacia la cámara de TV más cercana y mostró el escudo de su camiseta en el que está escrito que son de Barcelona. Y, poco después, le tocó el gesto ‘a lo Raúl’ a Piqué, que venía de donde venía, y que acabó silenciando a todo el estadio, “aunque a nuestra afición nunca se le podrá silenciar con un simple gesto”, sentenció, con razón, Sánchez Flores.

Pero, ya, listos, no le demos más vueltas. Son gestos. No dañan. ¿Podría habérselo ahorrado Piqué? ¡Claro que podría habérselo ahorrado Piqué!, como los ultras blanquiazules podrían haberse ahorrado, de nuevo, los insultos, no ya hacia el “puta Barça”, sino hacia la amada del central y próximo capitán azulgrana. No pido pasar página, pido verlo como parte del apasionado partido, del fútbol tenso, de un partido que muchos de ellos, afortunadamente buena parte de los protagonistas, han repetido desde su más tierna infancia.

Miremos la necesidad que tenía el Espanyol de reivindicarse, de que no le viesen (de nuevo) como ese equipo pequeño, con estrategia de perdedor, con trucos de trilero, con la necesidad o sensación de que no poder, ni querer, plantar cara al poderoso y riquísimo rival que se está paseando por la Liga y por su ciudad, la de los dos, sí, la de los dos equipos. Y veamos que ese Espanyol, con menos hizo mucho, con poco rozó la gloria y la consiguió porque, vistas las estadísticas e, insisto, la clasificación de la Liga, ese empate es puro oro, brillantes y titanio.

Y pensemos, claro que sí, cómo no, también, también, en ese Barça que se mantiene como uno de los pocos equipos europeos que puede aún, que está en vías, de lograr el ansiado triplete. Difícil, muy difícil, pero ahí está, en ello, haciendo un ‘temporadón’, que empezó entre decepciones y alguna lágrima frente a ese Real Madrid, que está haciendo llorar a los suyos de pena, pese a que su entrenador, Zinedine Zidane, sigue diciendo que “aún hay Liga”.

Ese Barça, que lo sepan, está siendo magistralmente dirigido (de nuevo, sí, obra maestra en Cornellà-El Prat), por Ernesto Valverde, que ayer arrinconó en la historia la marca de 21 jornadas invicto del Barça de Pep Guardiola, en la temporada 2009-10. El ‘Txingurri’ ya suma 22.