La 'cultura' del insulto

El mensaje del Barça en apoyo a Gavi

El mensaje del Barça en apoyo a Gavi / @FCBarcelona

Carme Barceló

Carme Barceló

Gavi tiene dieciocho años y ya sabe lo que es tener fans, ganar títulos y convertirse en uno de los personajes más aplaudidos del TikTok patrio. Gracias -o no- a esta red social, le hemos visto celebrar, firmar autógrafos, comprobar que el protector de su teléfono móvil está tan roto como el de la mayoría de sus coetáneos y conocer a familia, amigos y saludados que le rodean.

Es uno de los jugadores más queridos por el barcelonismo y uno de los intocables del exseleccionador de La Roja y del actual. Con este equipo acaba de proclamarse campeón de la Nations League y, por ende, la capital se volcó para reconocerle el mérito. Fue su compañero Jordi Alba el que, a pocos días de dejar de ser jugador del Barça, levantaba el trofeo pocos minutos después del triunfo. Su apuesta fue su felicidad.

Horas después, encuentro con Su Majestad el rey Felipe VI y una camiseta que le fue entregada con su nombre a la espalda. Especial ilusión le hizo, me explican, y muy buen ambiente en el acto a pesar del protocolo. Hasta aquí, el guión correspondía a las circunstancias. Pisar la calle era, a priori, la asignatura más sencilla. Gavi esperaba ese momento con cierto nerviosismo, consciente de que le iban a pasar el micrófono. Dieciocho años, no lo olviden. Diecinueve cumple en agosto y ya recae sobre sus espaldas más responsabilidad de la que le corresponde.

Hablan de un grupo minoritario. Da igual. Sea dos o dos mil, los que gritaron ‘Puta Barça, puta Catalunya’ justo cuando él iniciaba su parlamento describen lo que ya se considera un hecho recurrente: la ‘cultura’/incultura del insulto. Y su ubicación. Al chaval se le congeló la sonrisa y el discurso. Carvajal, más bregado en estas batallas, pedía calma y silencio subiendo y bajando los brazos. A Alba le cambió la cara y apoyó con su veteranía al compañero. El resto de los jugadores asistían al suceso viviéndolo entre la rabia y la naturalidad. Esto último es lo más grave a la par que peligroso. No es que estemos normalizando el insulto pero lo asumimos y lo asumen ellos como parte del contrato. Les enfada y se rebelan pero, puertas adentro, saben que forma parte de este espectáculo. Esto es así.

Gavi tiene dieciocho años y sabe lo que se cuece en su entorno juvenil. Como él, todos y todas las de su edad. La educación ha pasado a ser un valor a la baja. No suma y cómo duele. Él ha mamado la cultura de los valores en una familia (lo sé) y un club (también) al que representa y que ama pero, a la par, convive con una realidad que está bastante lejos de ese guión.

Aunque las mismas redes sociales ayudan a denunciar, también colaboran en multiplicar. Casi se le saltaban las lágrimas en el estrado al chaval. Una cosa es el grupo más cercano y otra, el de la calle. Ahí se establecen más fronteras. La más importante, la de la educación. Y la otra, porque sabe que no es lo mismo subirse al escenario como campeón de Liga azulgrana si el Real Madrid casi firma un año en blanco. Esto también es así.

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