Contundencia y felicidad

Gnabry cogió su fusil y el partido pasó a ser historia

El Bayern comenzará sin espectadores en su feudo

El Bayern comenzará sin espectadores en su feudo / AFP

Rubén Uría

Rubén Uría

Hay equipos que defienden y atacan con balón, otros prefieren atacar los espacios, otros cocinan la jugada a fuego lento y otros prefieren especular para vivir del error ajeno. Todos los estilos son válidos en el fútbol. A esto se puede jugar de mil maneras y todas son respetables.  Eso sí, existe una vieja ley no escrita que es inexorable: al equipo con pegada, la vida le sonríe. Dominar las áreas es sinónimo de autoridad y el equipo que tiene contundencia, tiene un tesoro. El Lyon perdonó tres veces en quince minutos y cuando quiso darse cuenta, reparó en aquello de que quien perdona, paga. En un abrir y cerrar de ojos se descubrió una grieta por el costado, Gnabry cogió su fusil y el partido pasó a ser historia. Decidió la vieja ley de siempre: la pegada.

Hombre-bala

El Bayern apuñaló al espacio de los laterales franceses y Serge Gnabry, un hombre-bala de elegante carrera y buen pie, se construyó un chalet adosado al espacio, justo en la espalda de Cornet. Los franceses concedían un par de metros de margen. Un espacio reducido para la mayoría, un latifundio para Gnabry. Clase por arrobas. Su estadística habla por él: 9 goles en 9 partidos.

Dinero y felicidad

Woody Allen dijo: "El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que se necesita un auténtico especialista para verificar la diferencia". Después de 9 temporadas de frustración y 1.300 millones de euros gastados en fichajes, el PSG disputará su primera final de Champions. Neymar, Mbappé, Di María y compañía se lo merecieron. Pasaron por encima del Leipzig con tanta facilidad como merecimiento. ¿Entonces? Pues supongo que, si un día apareciera un jeque forrado de petrodólares invirtiera una fortuna en mi equipo, estaría encantado. Como no es así, confieso que no simpatizo con los clubes-estado, ni con los de propietarios que inyectan tropecientos millones en tesorería. No me alegra que ganen Chelsea, City o PSG. Es mi pedrada. Llámenme raro. Prefiero otra filosofía de club. Que no es mejor o peor, pero me hace más feliz. 

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