Cuando Cillessen es N'Kono

Jasper Cillessen fue el mejor del partido ante el Atlético

Jasper Cillessen fue el mejor del partido ante el Atlético / EFE

Jordi Costa

Jordi Costa

Uno de los primeros recuerdos futbolísticos de mi niñez combina la admiración que me despertaba el dúo Maradona-Schuster en el Barça con la impresión que me causaba Tommy N’Kono. No tanto por la agilidad de las paradas del portero perico, que también, sino por la capacidad que tenía de poner el balón en el área rival con sus saques de puerta, uno de los principales recursos ofensivos del Espanyol de la época. Aquello que, con la mirada educada por 30 años de ver fútbol delicado, me suena muy rudimentario, se me aparece cada vez que Cillessen aprovecha el misil que tiene en su pierna derecha para intentar conectar directamente con Suárez.

Quede claro que no es esta una crítica al portero holandés, que crece y se agiganta en cada partido. Elige bien la salida del juego y transmite seguridad bajo los palos. Pero la tremenda potencia de su saque de puerta, que intimida la espalda de las defensas rivales y las obliga a recular, me parece un símbolo o un síntoma de las carencias del Barça actual.

Ya no se trata de una cuestión estética, del gusto de salir con autoridad mascando la jugada desde atrás; es la sensación de imprecisión, de no dar tres pases seguidos, de impotencia, de quedar en manos del rival, de no saber exactamente lo que quiere el Barça, que tuvo su máximo exponente en la primera media hora del partido de ayer. Si Luis Enrique quiere jugar a esto porque entiende que las armas de que dispone le animan a cambiar la partitura, conforme, pero lo mínimo exigible es que se haga bien.

Han sido demasiados años mirando a los rivales por encima del hombro, porque quizás no ganábamos más que ellos, pero cuando el Barça levantaba un título lo hacía en un estilo incomparable. En los últimos partidos, ya no es que se fíe todo al tridente sino que se fía todo al azar: el 3-0 ante el Athletic fue irreal y ayer, una eliminatoria no sentenciada pero sí bien encarada de la ida, se jugó a la ruleta rusa.

Sí, el Barça se ha metido en su cuarta final de Copa consecutiva, tres con Luis Enrique, lo cual demuestra que es un competidor descomunal; pero es frustrante que no quede casi nada de lo que fue. Ni siquiera cuando entraron Busquets e Iniesta, la justificación para el descontrol de los últimos partidos, el equipo no fue capaz de alargar una posesión, de intentar alejarse de su portería y de defenderse con él balón. Si lo que nos deja el Barça es que sabe sufrir, Luis Enrique dixit, suena mucho más a agonía que a disfrute. Incluso ganando.