Reacciones tras el partido

De la felicitación de Nadal a los "dos ganadores" de Djokovic

"¡Dos sillas, por favor!". Alarmado por el estado de las dos estrellas de la noche, el director del Abierto de tenis de Australia modificó de urgencia el protocolo de la entrega de premios, porque Novak Djokovic y Rafael Nadal estaban a punto de derrumbarse

DPA

Tras casi seis horas de una final histórica, los rostros del serbio y del español no permitían advivinar quién era el campeón y quién el derrotado. Nadal tenía una semisonrisa congelada, mientras la mirada de Djokovic, pálido, se perdía en la nada.Los protagonistas de la final de Grand Slam más larga de todos los tiempos -cinco horas y 53 minutos-, la primera jugada -parcialmente- bajo techo, no podían tenerse en pie.

Hablaba el presidente de la automotriz surcoreana Kia, principal patrocinador del torneo, además de sponsor personal de Nadal, y el número uno y el dos del mundo parecían a punto de derrumbarse."Buenos días", dijo Nadal al público cuando por fin pudo hablar.

Rafa: "Felicidades a Novak"

Las risas en el Rod Laver Arena no podían ocultar que Nadal estaba en lo cierto: eran la 1:50 de la madrugada. "Felicitaciones a Novak y todo su equipo, lo merecen, están haciendo algo fantástico, así que felicitaciones", añadió el español.

Djokovic: "Desafortunadamente, no pueden haber dos ganadores"

El serbio devolvió la gentileza. "Rafa, desafortunadamente no pudo haber dos ganadores esta noche, pero te deseo todo lo mejor. Seguiremos jugando finales como ésta".

Nadal agradeció con un gesto, pero la procesión iba por dentro. Acababa de perder su séptima final consecutiva con Djokovic, la tercera al hilo en torneos de Grand Slam, una final que tuvo en su mano, que tras remontar lo que se perfilaba como derrota pareció que ganaría.

"Seguiré luchando"

"Voy a seguir luchando", prometió el español. Casi una obviedad, porque si algo hizo Nadal en la noche de hoy en Melbourne fue luchar. Dudó, por momentos se vio claramente que cargaba con el peso de las seis derrotas de 2011 ante Djokovic, pero obsesionado con superarse a sí mismo, lo logró aún perdiendo 5-7, 6-4, 6-2, 6-7 (5-7) y 7-5.

En su 'box' estaban su padre y sus tíos. Nunca se vio tanta euforia y desenfreno como la exhibida hoy en el rincón de los Nadal, habitualmente contenidos. La familia y el equipo del ex número uno del mundo sabían lo que significaba para el jugador vencer por fin a Djokovic, al que no derrota desde noviembre de 2010.

Pero Djokovic, que en los tramos finales de la final comenzó a apretar con fuerza la cruz que colgaba de su cuello y a lanzar súplicas al cielo, es un jugador muy peligroso, en especial cuando parece vencido.

Nadal lo tuvo muy cerca

Le sucedió a Nadal esta vez, que se quiso lucir en un par de puntos clave, sobre todo sacando 4-2, 30-15, con un revés paralelo que apuró a la línea cuando no era necesario arriesgar tanto.

Djokovic le enviaba señales de estar fulminado físicamente, señales que quizás confundieron al español. No lo estaba, o al menos la adrenalina de una final única alcanzaba para compensar el tremendo desgaste. Pero está claro que el preparador físico del serbio debería llevarse al menos la mitad de los 2,4 millones de dólares destinados al campeón, que celebró quitándose la camiseta y gritando a voz en cuello su quinto título de Grand Slam a su novia, su equipo técnico y a un grande del baloncesto como Vlade Divac.

Y Nadal, que en julio de 2008 en Wimbledon le ganó a Roger Federer una final también épica, 9-7 en el quinto, conoció el otro lado de la moneda. La temporada recién comienza, pero Djokovic, otra vez, sitúa al español en situaciones nuevas, en sensaciones desconocidas: tener una final encaminada, estar luego cerca de perderla, sentirla prácticamente ganada y verla escaparse cuando ya se acaricia el trofeo

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