Energía

Una lámpara que funciona con agua, premiada en la convención mundial de inventos

No genera ningún residuo y es idónea para casas aisladas o alumbrado de emergencia

El autor del invento de la lámpara que funciona con agua

El autor del invento de la lámpara que funciona con agua / luciano thieberger

J. L. Ferrer

Cada vez surgen más lámparas que generan luz eléctrica a partir de agua dulce o salada. El último ejemplo ha surgido de Argentina y ha ganado la medalla de oro de la Exposición Internacional de Inventos de Ginebra, en la categoría de Seguridad, que tuvo lugar a principios de este mes. Un pequeño artilugio cilíndrico, alimentado con agua y que no genera ningún residuo, genera luz suficiente como para instalarse a modo de luces de emergencia en salas y locales. Incluso puede servir para alumbrar estancias convencionales si se suman varias de estas lámparas.

Germán Nagahama Schell quiso reformular el invento de la celda galvánica o pila de Volta, cambiando sus componentes originales por agua. “Mi idea fue un desarrollo para aprovechar una celda que no contenga ningún elemento contaminante”, ha declarado el inventor al diario Clarín.

La energía producida para generar electricidad se origina de un proceso químico: la electrólisis. Funciona porque existen tres elementos fundamentales para producirla: un electrodo con carga positiva, llamado ánodo; otro electrodo con carga negativa, llamado cátodo; y un conductor, en este caso: el agua.

Iluminación que ofrece una de las lámparas

Iluminación que ofrece una de las lámparas / Germán Nagahama

Pero el agua, por sí misma, no es una gran conductora de electricidad y generalmente necesita de una nueva sustancia que estimule la circulación de la electricidad: un electrolito. Los electrolitos pueden ser ácidos, bases o sales.

“Los primeros experimentos de la historia empezaron con ácido porque tiene una gran capacidad oxidante, mi desarrollo se basó en ir mejorando esa cantidad y generar energía sin necesitar elementos más que el agua en sí, que no tenga que tener ninguna característica adicional”, explica.

Aunque su proyecto no obtuvo demasiados apoyos desde los ingenieros electrónicos que consultó Germán Nagahama, finalmente logró los resultados esperados. Fueron necesarios varios años de ensayos y pruebas para mejorar el diseño y rectificar pasos.

En su versión final construyó una celda con un núcleo de magnesio (el ánodo) recubierto en una tela tratada con sal y rodeado por una fibra de carbón (el cátodo). Cambió la forma original creando una lámpara cilíndrica. Al hacerlo, consiguió que la celda ya contara con las sales necesarias sin importar el agua que se utilice ni añadirle más sustancias.

Presentación del invento

Presentación del invento / Germán Nagahama

La lámpara que le valió la medalla y que espera que funcione como un sistema de emergencias para zonas de difícil acceso, mide 10 centímetros de alto y, en cada extremo, se cierra con circunferencias de 12 centímetros que contienen seis luces led y se desenroscan para “cargar” con agua las celdas. Ese modelo tiene autonomía por 15 horas y la celda se degrada menos si se mantiene húmeda solo mientras se usa.

La medalla y el diploma no vienen solos, Nagahama espera que el reconocimiento y las patentes argentina e internacional que ya ha obtenido se conviertan en inversiones para producir su lámpara y reducir así la generación de materiales contaminantes que provocan los sistemas convencionales.

La pila no deja residuos dañinos para el entorno, puesto que el óxido de magnesio que compone la celda se utiliza incluso como fertilizante, recuerda el inventor argentino, que espera una rápida aplicación práctica de la lámpara.

Lugares remotos a los que no llega la energía eléctrica o viviendas aisladas y con escasos recursos pueden ser los beneficiarios de este invento, que multiplica su eficacia añadiendo varias lámparas, dado que cada una de ellas no ofrece de momento una gran intensidad lumínica.