El regreso del 'landismo'

Andrey Amador trabajando en un falso llano para Mikel Landa

Andrey Amador trabajando en un falso llano para Mikel Landa / AFP

Jonathan Moreno

Reconciliado con el ciclismo, la afición y consigo mismo. Mikel Landa consiguió en un día disipar todas las dudas que se cernían sobre su figura. Landa volvió a ser Mikel. El corredor anárquico, el verso libre que abandonó el Sky para convertirse en líder del Movistar. Dos contrarrelojes en la presente edición del Giro de Italia habían sembrado el pánico. Pero sus piernas empiezan a carburar cuando la competición avanza. Siempre ha sido así. Incluso cuando han venido mal dadas como en el Tour de 2018 el horrible día del pavés. El zuiano acabó la ronda gala pletórico pese a las magulladuras. Ayer enseñó los dientes y hoy los ha hincado.

La etapa al Movistar le salió a pedir de boca. Pergeñada al dedillo como la ruta vacacional de un mochilero. Tres hombres en la fuga del día para escoltar a su jefe cuando fuera requerido. Primero Carretero y después Andrey Amador trabajaron hasta la extenuación cuando el dorsal '1' decidió desenterrar el hacha de guerra. Restaban prácticamente 16 kilómetros a meta y el de Murgia ni se lo pensó. Nadie le aguantó la rueda. Ni tan siquiera Miguel Ángel López, que incluso sufrió la desdicha de una avería mecánica.

Los puertos anteriores ya habían enseñado las carencias del Jumbo Visma y Primoz Roglic. La ascensión al Lago Serrù se encargó de corroborarlas. El esloveno se dejó llevar por Pozzovivo y Nibali a la caza de Landa. Ni tan siquiera con Simon Yates fuera de juego se atrevió a demarrar. Apuesta segura y mañana será otro día. 

Ilnur Zakarin encontró su anhelado premio en forma de triunfo de etapa. Desde la fuga, el tártaro fue dejando cadáveres a base de cambios de ritmo. Ni tan siquiera Mikel Nieve le pudo replicar a falta de 2 kilómetros. El navarro fue segundo en meta.