Giro de Italia

Pogacar juega con el Giro y gana otra etapa

El fenómeno esloveno se anota la tercera victoria en la primera jornada de alta montaña donde no permitió ningún movimiento que lo inquietara

Tadej Pogacar celebra su victoria en la etapa 8 del Giro de Italia.

Tadej Pogacar celebra su victoria en la etapa 8 del Giro de Italia. / EFE

Sergi López-Egea

Para Tadej Pogacar el Giro es como un juego donde él siempre gana. Da igual que sea una contrarreloj o la primera etapa de alta montaña, en los Abruzos, donde sólo se escapan los que él permite para comérselos con patatas en cuanto lo decide. Nadie le hace sombra, gana dónde y cómo quiere, porque ve que tampoco ningún rival lo ataca, porque ya es mucho aguantar su rueda para convertirse en espectadores de honor de su tercera victoria en una ronda italiana que ganará salvo que se le cruce un gato negro.

Cada día amplía las diferencias, en los Abruzos por las bonificaciones de la meta, y porque dio la sensación de que ni quería ni necesitaba un ataque lejano. Iba más cómodo a rueda de compañeros como Rafal Majka para preparar el esprint en la llegada, mirar a ambos lados, acelerar lo justo y hasta levantar los brazos siempre vestido en rosa; él domina y sólo él gana.

¿Más combate?

Nadie duda de que es el mejor y hasta sería una osadía criticarlo por ganar. Es su obligación como deportista profesional al que le pagan unos buenos millones de euros para que se apunte el mayor número de éxitos, ya sea en el Giro o en cualquier otra parte. El espectador, sin duda, en Italia o a través de la televisión, querría más combate y que alguien desafiara a Pogacar. Pero un ser superior al astro esloveno no existe montado sobre una bici si no concursa Jonas Vingegaard. Y, entonces, ¿por qué los ha de dejar ganar?

Daniel Martínez y Geraint Thomas, segundo y tercero de la general, un ciclista colombiano y otro galés, subieron a Prati di Tivo, meta de la octava etapa, a rueda de Pogacar. Ni siquiera intentaron molestarlo. Sólo un ciclista italiano, joven, de 22 años, llamado Antonio Tiberi intentó lo imposible. Buscó ganarse el aplauso de su afición que trata de ver en él a un heredero de Vincenzo Nibali. Dos veces intentó demarrar en los últimos dos kilómetros. ¿Quién salto a su caza? Es fácil de imaginar. Fue Pogacaren persona porque no sólo quería impedir la victoria de etapa del joven valor local, sino que yendo él personalmente a su captura demostraba a los demás, como si fuese un lenguaje de signos, que deseaba la victoria y que no iba a entregar ningún regalo.

Una fuga con Pelayo Sánchez

Así que cuando vio la pancarta de meta, se movió lo suficiente para acelerar la bici lo justo y levantar los brazos como ganador de otra etapa, como si fuera un juego, sencillo y para terminar de acabar con la moral de los que lo siguen en la general que no ven la luz, ni una señal, nada de nada, que les abra la esperanza de atacar y noquear al fenómeno esloveno.

Si había alguna duda de si permitiría una escapada tras la exhibición del viernes en contrarreloj, siempre quedó claro que Pogacar deseaba la victoria en los Abruzos ya que su equipo no dejó respirar una escapada en la que estuvo Pelayo Sánchez. Pero no todos los días se puede intentar ganar y menos si la ‘maglia rosa’ quiere jugar y anotarse otro triunfo, que a buen seguro no será el último.