La globalización llega a la categoría de bronce

La Segunda B se abre al mundo

Cada vez son más los jugadores de esta división que apuestan por probar suerte en ligas de otros países. Importar futbolistas también está a la orden del día

Gerard Aragón

A medida que pasa el tiempo, los flujos migratorios no hacen más que aumentar. Las fronteras ‘caen’ y el intercambio de personas se presenta inevitable en un mundo cada vez más globalizado a todos los niveles. La crisis, la búsqueda de oportunidades o el simple placer de vivir una aventura en tierras foráneas está provocando crecientes idas y venidas entre individuos de todos los países. El deporte, como cualquier otra disciplina, no escapa a este ‘trasvase’ de gente dispuesta a coger el pasaporte para labrarse un futuro en un determinado lugar o, por contra, para emprender un viaje de vuelta a casa tras una experiencia en el extranjero .

En el caso de nuestro fútbol y, más concretamente, de la Segunda B, el fenómeno parece estar ganando peso temporada tras temporada. Sólo hay que echar un vistazo a los equipos catalanes que participan en la categoría de bronce para darse cuenta de ello. Y es que en la presente campaña de liga, seis jugadores han aterrizado en Catalunya para enrolarse en las filas de nuestros equipos, mientras que otros cuatro han decidido hacer las maletas y partir más allá de los Pirineos. Tras proclamarse campeón de liga, el Hospi dijo adiós a los delanteros Sergio Cirio y Bacari, que ficharon por el Adelaide United (Australia) y el Cherno More (Bulgaria), respectivamente. En cambio, el club ribereño incorporó al atacante Bebo Akinsola, procedente del Doxa Katokopias (Chipre). Recién ascendido a Segunda B, el Olot dio la baja al central Héctor Peña, que se fue al ÍA Akranes (Islandia), pero se hizo con los servicios del punta Arnal Llibert, que se encontraba en el AEC Lárnaca (Chipre). Por su parte, el defensa Jonathan de Amo cambió el Espanyol B por el Widzew Lodz (Polonia), mientras que en Badalona dieron la bienvenida al lateral francés Guillaume Gigliotti (Empoli). El experimentado centrocampista Jordi López, el curso anterior en el Hoverla Uzhhorod (Ucrania), puso rumbo a Llagostera, y el Nàstic convenció al meta Manu Reina para que pusiera fin a su etapa en el Atromitos (Grecia). Finalmente, el Lleida confió en el joven delantero marfileño de la Roma (Italia) Amara Konaté, que de momento no ha podido debutar por problemas burocráticos.

“Tal y como están las cosas en España, la idea de jugar fuera es muy atractiva. Tuve ofertas de Austria y Polonia, y finalmente me decanté por la segunda”, asegura Jonathan De Amo, que pelea en la primera división polaca de la mano del Widzew Lodz. “La adaptación al país ha sido muy buena. El club me ha facilitado mucho las cosas, ya que me buscó piso, me paga el transporte e incluso me han puesto, junto a otros, una profesora de polaco”, señala el exblanquiazul, que abandonó el Espanyol  al no poder dar el salto al primer equipo por su condición de sub’23 y de momento no se plantea volver. Por su parte, Sergio Cirio, ‘pichichi’ de la pasada campaña con 21 tantos, se ha embarcado en una aventura en las antípodas con el Adelaide United de Josep Gombau. “El fútbol australiano es más físico y muy potente a nivel mediático. Los estadios se llenan como en los partidos de Primera División españoles”, afirma el goleador barcelonés, que ahora ‘lucha’ por sobreponerse a la barrera idiomática: “estoy aprendiendo inglés, pero no tan rápido como me gustaría”.

De vuelta a casa

Mientras unos se van, otros vuelven. Es el caso del portero Manuel Reina, que a sus 28 años ha recalado en Tarragona después de una temporada en la que pasó por el Paphos de Chipre y posteriormente por el Atromitos griego: “Tenía ganas de salir al extranjero y las ofertas que me presentaron eran económicamente muy interesantes, pero no fue del todo bien. En el Paphos estuvieron cinco meses sin pagarme y eran poco profesionales. En Atenas la cosa fue mejor, pero miré por la familia y decidí volver”. Jordi López, todo un trotamundos, también optó por regresar a su hogar por cuestiones personales. Lo hizo después de vestir las camisetas de Queens Park Rangers (Inglaterra), Swansea (Gales), Vitesse (Holanda), OFI Creta (Grecia) y Hoverla Uzhhorod (Ucrania). “Tenía muchas ganas de volver a casa. En Ucrania, la liga era muy competitiva, con equipos como Shaktar o Dinamo de Kiev, pero ya tengo 32 años, una hija y creo que era el momento de estar con mi gente”, sostiene el centrocampista.

La creciente interconexión mundial es un hecho y cada uno elige dónde quiere estar, ya sea para trabajar, jugar al fútbol o hacer lo que sea. El éxito o el fracaso vienen marcados por las circunstancias, aquí o en patrias ajenas.