La gran final (antes de la final)

Messi guía al Barça en Sevilla con un partido de época

 El FC Barcelona venció en Sevilla con una actuación memorable de Messi / sport

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

No hay entradas. El papel está vendido desde hace días y solo la reventa funciona a todo trapo. El Bernabéu, lavabos incluidos, estará a reventar esta noche para recibir al Barça. La última vez que los blaugrana visitaron Chamartín fue en el mes de diciembre de 2017, hace ya catorce meses, demasiado tiempo sin poder disfrutar en vivo del mejor futbolista de todos los tiempos. Solo la figura de Messi, aunque sea observada desde la rivalidad más radical, puede explicar el ‘sold out’ para un partido de Copa. Por mucho que sea la vuelta de unas semifinales. Por más que el rival sea el Barça.    

ANTIDOTO PARA MESSI

El madridismo ha padecido tantas veces la tiranía del ‘10’ que cualquier oportunidad para reivindicarse ante su presencia es recibida con euforia. El simple hecho de mirar a los ojos a Leo Messi y ser capaz de plantarle cara es un triunfo para los blancos. Llevan muchos años buscando el antídoto para el argentino: han probado con sucedáneos sobre el césped como Cristiano Ronaldo, generadores de caos en el banquillo como Mourinho o conspiraciones mediáticas con las que minimizar su reinado robándole premios individuales como el Balón de Oro. Pero la verdad siempre sale a la luz.

Y, a pesar de todo, el Santiago Bernabéu sigue siendo ese estadio que supo aplaudir a Ronaldinho y por el que pasearse vestido de blaugrana no representa ningún peligro para la integridad física de quien lo hace. Chamartín vio a Messi quitarse la camiseta y exhibirla orgulloso y, en el fondo, más allá de la rivalidad, aplaude el gesto. No hay entradas para ver esta noche al Real Madrid, pero, sobre todo, no las hay porque, de forma inconsciente, el aficionado blanco arde en deseos de volver a mirar a la cara a ese futbolista al que, de tanto odiarle, le ha empezado a coger cierto cariño.

LA COPA COMO EXCUSA

En el fondo, la Copa del Rey es una excusa para que culés y merengues vuelvan a retarse. Repetirán pocos días después en LaLiga y en el mismo escenario y, evidentemente, lo que ocurra hoy servirá para contextualizar el próximo enfrentamiento, pero un Clásico es, por sí solo, el inicio, nudo y desenlace de una historia completa. El Real Madrid, tras el 1-1 de la ida en el Camp nou, recibe al Barça en un partido a cara o cruz. No es la Copa. Ni siquiera cuenta jugar una final. De lo que se trata es de demostrar quién manda: la eterna lucha por el poder.