Messi, contra el tedio y el desánimo

En medio del ruido, Messi sobrevive al Barça y no dimite en LaLiga

La brillantez del Koeman como portavoz no está logrando trasladarse al campo

Messi abrió el marcador ante el Elche tras una magistral asistencia de tacón de Braithwaite

Dídac Peyret

Dídac Peyret

Koeman había pedido a las vacas sagradas que sacaran las castañas del fuego. Pero llegó el partido y la mayoría se quedaron en el banquillo. Griezmann, Dembélé, Busquets y Lenglet fuera del once.

No fue el caso de Messi, que marcó dos goles, mantuvo viva LaLiga, y rescató al Barça del tedio y el desánimo. En medio del ruido, sigue siendo la diferencia. Incluso en un Barça menor, muy menor, se niega a abdicar.

Incluso ahora, que está tan cerca del verano en el que quiso irse como del que puede irse de verdad.

Ante el Elche, en otro partido jugado andando y sin lujos, irrumpió cuando amenazaba el marcador. Primero para desenredar el empate y luego cuando el fantasma del Cádiz se paseaba por el Camp Nou.

En los dos goles convirtió el área en su recreo con gambeta, pausa, y esa intuición por el gol que viene de fábrica. Ya lo dicen sus técnicos de La Masia: esos goles los hacía igualitos de pequeño.

No dimite Messi, que ya es pichichi, y el Barça se aferra al 10 para seguir en la pelea de LaLiga. A veces con partidos tan desalentadores como este, a pesar de un marcador (3-0) tan favorable.

Los que tiran del carro

Hubo rotaciones (esta vez sí), pero la alineación no invitaba a la diversión y el partido confirmó los pronósticos. Unos primeros 45 minutos sin historia o con una recurrente: la del portero rival.

Es un fenómeno habitual: cada meta que juega contra Barça se hace grande. Enorme. Esta vez fue el caso de Édgar Badía, que se gustó en el Camp Nou. A veces recurrió a su talento y en otras contó con la complicidad de los delanteros del Barça, que andan con el pie torcido.

Solo Trincao estaba por encima del tedio general. Curiosamente uno de los jugadores más acusados de falta de ánimo. Pero el desequilibrio del portugués duró 45 minutos.

Al Barça le faltó la energía que pedía Koeman pero tuvo en los goles de Messi su particular salvación. El argentino sí tiró del carro y del ánimo de los suyos. Pero el equipo siguió arrastrando los golpes de las últimas semanas.

Hay una distancia sideral entre la firmeza del mensaje de Koeman y la puesta en escena del equipo. Hay una brecha preocupante entre cómo llega lo que dice a los medios y su efecto en el equipo.

La brillantez del técnico como portavoz no está logrando trasladarse al campo. Hasta que eso ocurra el Barça sobrevive con Messi (o Messi sobrevive al Barça).