Kocsis: una leyenda marcada por el infortunio

Sándor Kocsis con la camiseta azulgrana en un partido en el Estadi. El húngaro se ganó el corazón de la afición por su entrega y compromiso. Conocido como `Kocka¿, `Sanyi¿ o `Cabeza de Oro¿

Sándor Kocsis con la camiseta azulgrana en un partido en el Estadi. El húngaro se ganó el corazón de la afición por su entrega y compromiso. Conocido como ‘Kocka’, ‘Sanyi’ o ‘Cabeza de Oro’, sus restos mortales fueron llevados en 2012 desde Barcelona a la Basílica de San Esteban de Budapest, su última morada / ANTONI CAMPAÑÁ

David Salinas

David Salinas

El pasado lunes 8 de abril se rindió un solemne y emotivo tributo a Sándor Kocsis en el Palau Reial de Pedralbes con motivo de la conmemoración de los 90 años de su nacimiento. Durante el acto, en el que también se inauguró una exposición fotográfica, intervinieron personalidades políticas de las ciudades de Barcelona y Budapest y representantes del FC Barcelona. Fue una jornada en la que se reafirmaron los lazos entre Catalunya y Hungría, país presente en la historia azulgrana desde los tiempos de Ferenc Plattkó, legendario guardameta en la década de los años veinte.

Para que la figura de Kocsis siga vigente en el recuerdo de la afición, la catalana y la húngara, también se dio a conocer el libro biográfico ‘Sándor Kocsis’, de la Editorial Rézbong, redactado en dos idiomas (castellano y húngaro), y escrito por Zalán Bodnár. Este cuidado e innovador volumen lleva al lector por la vida del que fuera jugador del FC Barcelona, desde su nacimiento el 21 de septiembre de 1929 en la Avenida Köbánya de Budapest, hasta su trágica muerte en Barcelona el 22 de julio de 1979.

Inicios

Cuenta el autor que Kocsis, animado por su padre, carpintero de profesión, debutó en las filas de Ferencvaros (Fradi) el 26 de mayo de 1946, con solo 16 años: “Ya sobresalió por su conocimiento técnico, su capacidad de driblar y de controlar el balón”. El Ferencvaros había descubierto un “tesoro” y ayudó a la familia Kocsis para retenerlo: “regaló una taberna a su padre” y a Sándor “le ayudaron a obtener trabajo como funcionario en el Ministerio de Industria”.

En 1950 cambió el equipo de su corazón por el Honved, el club que representaba al ejército, para salvarse de “servir durante años como soldado en un puesto fronterizo”. Lo sintió como una traición al Fradi, pero era joven y quería jugar. Con el Honved consolidó su leyenda. Ganó cuatro ligas húngaras, se hinchó a marcar goles (176), de cabeza, de disparos potentes y colados, de tijera… 

También brilló en la selección como integrante destacado del ‘Equipo de Oro’, subcampeón del Mundial de Suiza 1954, torneo en el que fue máximo realizador con 11 goles. Anteriormente había sido medalla de oro en los JJ.00. de Helsinki 1952, la primera del fútbol húngaro. Con su selección anotó 75 goles en 68 partidos. Fue apodado ‘Kocka’ (puede traducirse como ‘cubo’, por los rasgos cuadrados de su cabeza) y fue conocido también con el diminutivo ‘Sanyi’ y como ‘Cabeza de Oro’ por su poderoso salto y potente remate con la testa. Llegó a marcar algún gol con ella desde fuera del área… 

La intervención militar soviética en 1956 tuvo lugar cuando el Honved se encontraba en Viena preparando la eliminatoria de Copa de Europa ante el Athletic (octavos) y ya no regresó a su país, jugando la vuelta en Bruselas a la espera de la evolución de los acontecimientos. Empezó el exilio. Kocsis se estableció en Suiza. Fue sancionado sin jugar un año y medio, al igual que Puskás Czibor, que tampoco regresaron. ‘Kocka’, ya liberado del castigo de la FIFA, se incorporó al Young Fellows helvético como amateur, y fue la insistencia de Kubala la que abrió las puertas a Kocsis y a Czibor para poder recalar en el Camp Nou. En marzo de 1958 ya pudo volver a jugar.

Ídolo AZULGRANA

Debutó como blaugrana en un amistoso contra el Preussen Münster alemán (5-2) en el viejo Les Corts (12 de junio de 1958) después de hacer dos presentaciones con el equipo helvético el 13 de abril (4-4) y el 4 de junio (6-0). Jugó con las botas que había utilizado en el Honved y la selección húngara. Claudio, el encargado del material azulgrana, cuando las vio, le hizo ver que necesitaban urgentemente un engrase, desveló ‘Vida Deportiva’, para agregar que eran “unas botas que habían hecho temblar a los mejores porteros de las selecciones nacionales europeas”.

En el Barça (1958-1966) triunfó tal y como era de esperar. Ganó dos Ligas, dos Copas y dos Copas de Ferias, aunque las lesiones no lo respetaron. Dejó huella en un Wolverhampton-Barça (2-5) de Copa de Europa jugando con el hombro roto pero anotando cuatro goles y en un Hamburgo-Barça (2-1) de la misma competición forzando el partido de desempate en el último minuto. En el tercer duelo el equipo de Orizaola eliminó a los alemanes y se plantó en la final de Berna, donde el Barça fue derrotado por el Benfica (3-2) en mayo de 1961.

En ese mismo estadio (Wankdorf) Kocsis había perdido la final del Mundial 1954 contra Alemania, también 3-2, cuando en la fase de grupos Hungría la había goleado 8-3. “¡Nunca más volveré a Berna!” se lamentó Kocsis. Pero sí volvió a Suiza, a Lausana, en diciembre de 1963 para jugar un desempate de octavos de la Recopa contra el Hamburgo… Y volvió a perder 3-2. Suyos fueron los goles del Barça, un doblete en dos minutos. Pese a tener 32 años, el equipo azulgrana prorrogó su contrato 5 años, abonándole un millón de pesetas por año.

Se fue con lágrimas en los ojos, acompañado por su hijo Sándor, el 23 de octubre de 1968 en un partido de despedida contra el Hamburgo en el Camp Nou, con derrota… otro 2-3. Por aquel entonces ya dirigía al equipo Juvenil del Barça (lo hizo hasta 1970) y, posteriormente, pasó por el banquillo del Hércules las últimas 10 jornadas de la temporada 1970-71.  

Falleció el 22 de julio de 1979 en Barcelona con 49 años, estando hospitalizado por una dolencia en el estómago. Su viuda, en el libro de Miklós Bocsák, explicó que “el conocido que lo visitó por última vez, contó que Kocsis le dijo que tenía calor y le pidió que subiera la persiana y abriera la ventana. Después ese conocido salió, dejó la ventana abierta. Sanyi tal vez quiso nada más que cerrarla (…), él no quiso saltar (…), se acercó de alguna manera a la ventana, se asomó para echar un vistazo y mientras tanto se cayó, porque estaba débil, el pobrecito… solamente se cayó, no pudo ser de otra forma…”.