Johan Cruyff, la otra cara de un mito

Nació el mismo día (salvando la diferencia de los años) que Oliver Cronwell, Marconi, Ella Fitzgerald, Corin Tellado o Al Pacino. Buena fecha para el nacimiento de personajes y para cambiar la historia: un 25 de abril, que sirvió para transformar Portugal con la 'Revolución de los Claveles' o para acoger en 1947 el nacimiento en el barrio de Betondrop

La llegada de Johan Cruyff al FC Barcelona en 1973 fue el gran acontecimiento de la época de Agustí Montal como presidente. Un auténtico sueño para cualquier club que por aquel entonces tenía que conformarse con fichar a aquellos denominados 'oriundos' suramericanos, teóricamente con descendientes españoles o algún abuelo en la ciudad de Osasuna o Celta (sic) como le habían dictado al agente de turno que, incluso, no tenía reparo en buscar algún descendiente español dispuesto a firmar papeles falsos a cambio de unas pesetas, naturalmente.

El escándalo era tan evidente que el Barcelona consiguió un documentado informe de todas las falsificaciones, redactado por el abogado barcelonés Miquel Roca i Junyent.

Con la amenaza de dar a conocer públicamente el 'dossier' y tirar de la manta, el Barça obtuvo autorización para fichar extranjeros, permiso del que se beneficiaron todos los clubs.

Armand Carabén, gerente del Barça, economista y con importantes contactos en Amsterdam por su matrimonio con la holandesa Marjolin Van der Meer, diseñó toda la operación salvando el escollo de pagar en el extranjero los 922.000 dólares, dinero que pidió el Ajax por acceder a que su máxima figura, Johan Cruyff, dejase el club después de grandes problemas personales con el presidente Van Praag, que ya había acordado su traspaso al Real Madrid. Cruyff se enfrentó al presidente del club Ajax. Se negó a aceptar el acuerdo de club a club y amenazó con dejar el fútbol. El farol le salió bien.

El Ministerio de Comercio no contemplaba ningún cupo de divisas para importar a un futbolista y puso todo tipo de dificultades a la operación económica hasta que Armand Carabén se las ingenió para pagar el dinero como si fuese una licencia de importación de camiones.

Carabén consiguió así reforzar la figura de Agustí Montal, el presidente próximo a Convergència Democrática de Catalunya, elegido para recuperar la identidad del FC Barcelona. Una tarea diseñada por Armand Carabén y Joan Granados, activo secretario general. Deportivamente, el Barça estaba clasificado en los últimos lugares de la tabla y hacía 14 años que no ganaba la Liga.

CRUYFF vs. KUBALA

Hacía tiempo que el barcelonismo añoraba los tiempos de Kubala, otro jugador inolvidable que contribuyó a la construcción del Camp Nou en 1957. Cruyff llenó el hueco del cartel del gran teatro del espectáculo futbolístico y su llegada, al margen del éxito jurídico, significó el gran salto y proyección internacional del FC Barcelona que comenzó a dar una imagen moderna y nueva del fútbol español, papel reservado hasta entonces al Real Madrid, mimado por los organismos oficiales.

Johan Cruyff aportó también ilusión, aquel legendario fútbol total del Ajax de Stefan Kovacs y contribuyó a recuperar el orgullo de los culés que aumentaron el número de asociados hasta los 70.000.

La verdad es que Johan Cruyff solamente ganó una Liga, la de 1973-74, durante su periodo barcelonista, pero la simbiosis entre jugador y afición fue tal que se convirtió en una especie de icono y líder de aquel equipo que tuvo en Rexach, Asensi, Cruyff, Sotil y Marcial los representantes más brillantes del fútbol de la época protagonistas del mítico 0-5 del Bernabeú. Un resultado y una campaña magnificada por todos y que algunos convirtieron en botín político.

La presencia de Cruyff creó una corriente de simpatía entre Holanda y Catalunya y lo convirtió en el mejor embajador de los Países Bajos.

Para el barcelonismo, esa figura no era nueva: años atrás, el húngaro Ladislao Kubala se había convertido en un "barceloní de Budapest" después de "alcanzar la libertad huyendo del infierno comunista". Con la película 'Los ases buscan la Paz', Kubala fue utilizado como elemento propagandístico de la época que hasta lo convirtió en internacional después de haber figurado en las selecciones de Hungría y Checoslovaquia. Algo impensable en tiempos de Cruyff. Ni su entorno de CDC se lo hubiera permitido ni él hubiera aceptado.

BARCELONA: PUERTO FINAL

Aquella leyenda de 1680 del barco del holandés Hendrik van Decken que Wagner convirtió en la ópera 'El holandés errante', sirvió para titular las andanzas de Cruyff después de su paso por el Barça: Estados Unidos, Valencia y Holanda. Pero a diferencia de aquella historia, Johan Cruyff si encontró un puerto: Barcelona, ciudad que siempre mantuvo como destino final. Ha querido demostrar que el haber registrado con el nombre de Jordi a su único hijo varón el día de su nacimiento en 1974, no fue un acto demagógico y pese a que sus detractores le recriminan el no hablar catalán después de tantos años, Cruyff decidió que Barcelona sería su cuartel general después de haber vivido en diferentes lugares del mundo.

Cuando se despidió de su aventura americana, en lugar de retirarse aún prolongó su carrera de futbolista en el Ajax y hasta los 37 años en el Feyenoord, el eterno rival. Cruyff mantiene su prestigio deportivo y relaciones profesionales en Holanda, pero su base permanente en Barcelona, "por encima de la Diagonal", la zona de la ciudad que siempre ha preferido.

NUÑEZ NO LO QUISO

Johan Cruyff se fue del Barça por José Luis Núñez y volvió con él. A final de su etapa como jugador en 1978, Núñez no aceptó las condiciones económicas que pedía Cor Coster para su yerno y representado pero también influyó la opinión el entorno de Cruyff, que hubiera preferido a Ferran Ariño, un hombre totalmente identificado con la política de catalanidad emprendida por Agustí Montal.

Curiosamente diez años después, Núñez tuvo que llamar a Cruyff para salvar la crisis de identidad del club y renovar a una plantilla problemática y desfasada. Pese a las reticencias de Núñez con Cruyff, aceptó todas las condiciones que impuso Johan y se forjó el famoso "dream team" de las cuatro Ligas y la Copa de Europa de Wembley. Un palmarés que no le sirvió para mantener el puesto de entrenador cuando a finales de la temporada 1996/97 la directiva de Núñez le cesó a dos jornadas del final de aquella Liga entre recriminaciones y reproches mutuos.

Mientras Núñez languidecía en el camino final de su larga etapa como presidente, Johan Cruyff se reafirmaba como oráculo del barcelonismo y de la nueva generación del "Elefant Blau", auspiciada precisamente por Armand Carabén, su gran valedor desde que llegó a Catalunya.

Johan Cruyff prometió no volver al banquillo, pero no ha descartado su papel de consejero virtual desde que Joan Laporta se hizo con la presidencia del FC Barcelona. Lo hace a través de Txiki Begiristain al que siempre le ha considerado el más listo "de su clase de la promoción del dream team" y con Frank Rijkaard, un entrenador que sabe interpretar aquel fútbol que un día revolucionó con el buen juego y peculiar estilo. Las crónicas semanales que firma en La Vanguardia, acaban de disipar cualquier duda y dar la orientación a seguir.