Aprender a vivir sin Luis Suárez

El 24 de agosto de 2020 fue uno de los días más duros de la carrera de Luis Suárez. Este depredador del área, que había estado al servicio del gol vistiendo la zamarra azulgrana desde 2014, recibía un jarro de agua fría. Helada. Ronald Koeman, flamante técnico del FC Barcelona, le comunicaba que el club había decidido prescindir de sus servicios y que no contaba con él para la temporada entrante. Golpe bajo. Al neerlandés le tocó ejecutar la orden. Dar la cara, enfrentarse a la reacción del charrúa. No entraremos a valorar la 'gallardía' y si realmente era el héroe de Wembley quien tenía que ejercer ese papel cuando apenas llevaba un par de días ocupando el cargo. Más que nada porque nos liaríamos demasiado. En cualquier caso, algo se rompió aquel caluroso día de verano pandémico.

Una bonita historia de seis años de duración llegaba a su fin de una forma abrupta. Cruel. Desde el primer momento Luis asumió que todo había terminado. Y, como competidor que era (y que es) no estaba dispuesto a tensar cuerdas o a pasarse un año en blanco para cobrar la ficha en Barcelona. Jugó sus cartas, pero rápidamente hizo 'reset' y buscó otros horizontes.

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TODO PASABA POR MESSI

Y a partir de ese preciso instante se vio obligado Koeman también a arrancar la maquinaria para confeccionar la mejor plantilla y que se echara lo mínimo de menos la figura del uruguayo. Algo prácticamente imposible echando un vistazo a las cuentas y a la imposibilidad de incorporar a jugadores. Intentó forzarlo el de Zaandam, hacer su papel, presionar. Pero se daba contra un muro de hormigón. No solo no había un duro, sino que las deudas ahogaban. Imposible tener cromos nuevos. Había que mezclar y maximizar el rendimiento de los ya existentes.

Con Braithwaite, Trincao, Griezmann, Dembélé y Messi. Sobre todo el argentino, claro. Si conseguía enchufar al rosarino y que se implicase con el proyecto tendría mucho ganado. Luego había que rezar para que Dembélé tuviera continuidad y exprimir todo el jugo del resto de piezas. Y lo cierto es que casi seis meses después de la marcha de Suárez se puede decir que Ronald ha sacado matrícula a la hora de suplirlo. El proceso ha sido largo y ha pasado por muchas fases. Más teniendo en cuenta que el arranque del charrúa con el Atlético fue meteórico. Cada gol suyo era un 'mazazo' para el Barça, que sobre todo al principio tuvo problemas de cara a puerta y para materializar las ocasiones. Messi con Griezmann y Dembélé, incursiones de Braithwaite en la titularidad, minutos de calidad para Trincao, dos delanteros con el 3-5-2. De todos los colores.

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LA ECLOSIÓN DE DEMBÉLÉ

Lo cierto es que regresando a lo de Messi, a lo importante que era que el argentino se 'enchufase', ha sido un elemento determinante. Le costó entrar en calor, pero Leo está en sus cifras y en sus niveles de excelencia. Eso, junto a la eclosión definitiva de un Dembélé más conectado e implicado que nunca, han sido dos factores indispensables para hacer 'olvidar' a Luis. Griezmann tuvo un mes y medio muy bueno en el arranque de 2021, pero está lejos de encontrar la regularidad. Braithwaite está aportando desde la humildad y Trincao quizás sí que está teniendo un primer año algo decepcionante. Pero hay que darle margen. Nadie puede afirmar que ahora mismo el uruguayo no sería titular en este Barça. O que para Koeman ha sido algo positivo ese hueco para dar oportunidades a todos los canteranos y jugadores jovencísimos que están entrando.

Dicho todo esto, es imprescindible que en este próximo mercado de fichajes llegue un '9' de referencia, contrastado. Que se haya trampeado y se haya amoldado el esquema a la baja del charrúa no significa que no necesites imperiosamente a un goleador. Y de la continuidad de Messi dependerá todo también, claro...

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