SPORT EN KENIA / CAPÍTULO 3

Abel Kirui: "Mi bisabuelo corría como un antílope"

El campeón del mundo de maratón se prepara en Kapsabet, reside en una casa vieja y desvencijada y sueña con ganar en los Juegos de Londres

Carlos Galindo

No responde al prototipo de atleta keniano. Abel Kirui, uno de los maratonianos más rápidos de todos los tiempos, es divertido, audaz y no se corta un pelo a la hora de hacer predicciones. Habla con seguridad, en un tono más que audíble ¿nada que ver con los susurros que emiten sus compatriotas¿ e intercala chascarrillos. Se ríe abiertamente. Por lo demás, su rutina diaria es la siguiente: se levanta a las cinco de la mañana, se da un autentico palizón corriendo ¿perseguido por una veradera nube de niños¿, descansa un par de horas, lava su propia ropa a mano en una palangana, que después tiende al sol, cocina para él su primo, que ejerce de asistente personal ¿en un hornillo situado a pocos centímetros del suelo¿ y rodeado de viejas zapatillas, descansa y vuelve a trotar de 4 a 6 de la tarde. Se retira a dormir a las siete, cuando se esconde el sol. ¡Ah!, por cierto. Es un fan incondicional del Manchester United.

Estamos en Kapsabet, un rincón perdido en Rift Valley, a 2.500 metros de altitud. Tres viviendas alargadas en forma de U diseñan un extraño campus de entrenamiento en el que se aloja momentaneamente Abel Kirui mientras se prepara para la maratón de Londres y, si lo convocan, para los Juegos Olímpicos que empezarán el próximo 27 de julio. Es una residencia modesta, destartalada. El comedor está empapelado por hojas de periódicos que recuerdan sus hazañas atléticas ¿del techo al suelo¿. Hay una televisión en un mueble de estilo colonial y él ocupa un sillón lleno de manchurrones. Desde el exterior llega la voz sonora de Renato Canova, su entrenador italiano, un conversador nato al que no hay manera de callar. Ni siquiera guarda silencio cuando graban las televisiones. Es un parlanchín innato. Un enamorado de este deporte y de Africa, que ha hechado raices en este país y que dirige a su pupilo con disciplina castrense. No le pasa ni una.

Mientras Elnathati Rop, primo de Kirui, cocina en el hornillo una especie de estofado, el atleta nos atiende. Dice que se siente cómodo en este lugar “pese a que a veces hay problemas higiénicos, porque podemos estar tres días sin agua o sin luz. Estos temas son difíciles de controlar en Kenia”. No echa de menos su casa “porque cuando vengo aquí, sólo pienso en correr, comer y descansar. Nada me distrae. Estoy centrado únicamente en mi preparación”, explica. El último hijo de una familia de cuatro, Kirui encontró la inspiración muy cerca de casa. Un pariente suyo cercano, Mike Kosgei Rotich, también es maratoniano. Además, el atleta recuerda que su bisabuelo era famoso (en su tribu) por sus proezas atléticas. “Nuestro bisabuelo era un corredor, que persiguió a un antílope y lo atrapó”, explica con orgullo. De la misma forma habla de la Policia. El pertenece a ese cuerpo. Empezó a ganar pruebas y fue llamado a filas: “Todo lo que tenía que hacer era ganar. Fue el único elegido de nueve finalistas. Me mudé a San para la formación”, recuerda. Su primer viaje fue a Polonia (2005): “participé en una serie de carreras que organizó un amigo mío al que conocí en Kapsabet. Uno de sus referentes, Rodgers Rop ¿uno de los cinco atletas que ha ganado en las maratones de Nueva York y Boston en el mismo año¿ se fijó en él y lo introdujo con su representante. De ahí, al cielo: “Decidí que quería correr como él”. Otro de sus modelos es Haile Gebrselassie: “Es mi mejor amigo y me ha invitado varias veces a Etiopia. De Haile me gusta todo, su carácter, como hace las cosas, su estilo, su carisma. Además, es un hombre sencillo, humilde, con una gran capacidad de influencia en su país...”.

Abel Kirui es un hombre de produndas convicciones religiosas: “Dios te recompensa si eres generoso. Si das algo a quien no tiene nada, de alguna Dios te lo devuelve. Por esa razón me preocupo tanto por la comunidad; porque sé que puedo ayudarlos. Cuando me acuesto, quiero estar en paz”.

Su definitivo espaldarazo llegó en los Mundiales de Berlín 2009. Ganó el oro en de maratón. Le dieron a elegir entre participar en esa prueba o correr en Chicago ¿donde hubiera ganado mucho dinero¿. Pero optó por la primera: “No me lo pensé dos veces. Se trataba de correr por Kenia, defender a mi país... Cuando el avión tocó tierra en Berlín, ya sabía que ganaría la medalla de oro. Tras su victoria, fue recibido en su país como un héroe. Se le organizó una fiesta a la que acudieron varios miles de personas. El año pasado, defendió el título mundial con éxito en Daegu a pesar de que no pensaba correr: “soy un soldado y me cuando me llaman para defender a mi país, un buen soldado lo deja todo y hace lo que debe”. Tras cruzar por línmea de meta, realizó un curioso baile de celebración. A su regreso a Kenia, fue ascendido al rango de inspector de policia. Ahora está convencido de que puede ganar en los Juegos de Londres. Es más, incluso aspira a batir el récord mundial: “No sé si me cuerpo está preparado para ese reto pero, desde luego, mi cabeza si lo está”.