Valverde entra en la segunda fase

Ernesto Valverde entra en la sala de prensa de la Ciudad Deportiva Joan Gamper del Barça en Sant Joan Despí

Ernesto Valverde entra en la sala de prensa de la Ciudad Deportiva Joan Gamper del Barça en Sant Joan Despí / Joan Monfort

Ernest Folch

Ernest Folch

Quién dijo que sería fácil? Valverde cumple 100 días al frente del banquillo más peligroso del mundo, como certifican las olas gigantescas sobre las que ha tenido que surfear. Solo llegar, se encontró con la gigantesca ola del traspaso de Neymar, doblemente destructiva por el hecho de que el club ni siquiera la vio venir. Luego vino la ola de la Supercopa, en la que sin tiempo de hacer nada vio cómo le atropellaba un Madrid todavía con la inercia de la duodécima. A continuación, la ola del mercado de fichajes, que terminó con la adquisición de Dembélé y su inmediata lesión. En el plano institucional, se encontró con la ola de la moción de censura y el monumental tsunami de la crisis catalana, que entre otras cosas ha provocado tener que jugar un partido a puerta cerrada y tener que convivir bajo la amenaza más o menos velada de una eventual expulsión de la Liga en caso de independencia. 

Cada uno de estos factores por separado ya sería un obstáculo importante, pero todos juntos y a la vez se han convertido en el cóctel explosivo que Valverde ha conseguido manejar con delicada maestría en sus primeros 100 días. Porque, aunque parezca mentira, en medio de la tempestad el proyecto ha ido creciendo, Valverde ha afianzado sus ideas y el equipo está en un proceso admirable de búsqueda y reinvención de un nuevo camino. La cuestión es que si la primera fase de Valverde en el Barça ha sido medio de supervivencia y medio de reestructuración de todo el proyecto, ahora entra con pleno derecho en una segunda fase: después de dar, le ha llegado el momento de pedir. El técnico blaugrana exige tener una plantilla más corta (de 21 jugadores), que le permita aplicar hasta el fondo su filosofía de dar oportunidades a la cantera. Las bajas de jugadores como Arda o Alcácer ya no pueden esperar más. Valverde se ha ganado el derecho a ser escuchado.