Los escudos marcan goles

Sorteo de los cuartos de la Champions League 2016 / 2017

Sorteo de los cuartos de la Champions League 2016 / 2017 / sport

Ernest Folch

Ernest Folch

A veces el fútbol se pone solemne. El sorteo de la Champions de ayer proporcionó uno de los duelos más respetables que puede deparar este deporte. La Juventus fue fundada en 1897, dos años antes que el Barça: en pleno siglo XXI se enfrentarán dos instituciones fundadas en el siglo XIX. Es, pues, uno de estos partidos en el que la historia pesa, y mucho. Los octavos de final de la Champions han vuelto a demostrar que en el fútbol la fuerza de una camiseta es un intangible que gana eliminatorias y decide campeonatos: el PSG se derritió en el Camp Nou aplastado por la fuerza telúrica del Barça, y el Manchester City, a pesar de su apuesta por el buen fútbol, mostró en Mónaco una fragilidad propia de un club demasiado joven, que todavía no tiene ‘pedigree’. Como sucede en la política, el viejo fútbol resiste de momento el empuje del nuevo fútbol. Sí, parece increíble, pero los escudos marcan goles, porque en la mente de un jugador acaba influyendo pertenecer a una entidad con una historia y un simbolismo o jugar para un club hinchado con urgencia a base de petrodólares. Poca broma, pues, con la ‘Vecchia Signora’, y poca broma con la tradición centenaria que representa: a la Juve difícilmente puede sobrevenirle un ataque de terror como el que paralizó al PSG en el Camp Nou. Poca broma con los goles que marque el equipo italiano, porque si algo tiene grabado a fuego en su ADN es la rentabilización máxima de las ventajas que saca. Y poca broma con las ganas de venganza que tendrán en Italia de la final de Berlín. Cierto, en el sorteo de ayer el Barça cumplió su objetivo prioritario, que era evitar el engorro de encontrarse con equipos españoles en la Champions. Nada daba más pereza en el Barça que cruzarse ahora con el Atlético, el equipo más temido, teniendo en cuenta los precedentes y el desgaste que provocaría a estas alturas de la temporada. Ahora bien: el alivio que provocó evitar a los equipos de la Liga no debe hacer olvidar el respeto inmenso que merece la Juve. Nada sería más letal que subestimar a un equipo que pertenece a la aristocracia del fútbol.