La otra vida de un campeón en bancarrota

Mike Tyson, en venta

Mike Tyson se exhibe como si fuera un mono de feria. Y cobra por eso. Es la cara más amarga del ídolo caído

Carlos R, Galindo

Lo tratan como a un muñeco de feria. Un pingajo... Mike Tyson, que no tiene ni un sólo dólar en el banco y se declara en la más absoluta ruina, subsiste gracias al apoyo que le brinda el más celebre casino de Las Vegas (MGM), que lo utiliza como reclamo publicitario. Si usted quiere un autógrafo de la `Bestia¿, tiene que `rascarse¿ el bolsillo y pagar 450 dólares. Si, en cambio, prefiere una fotografía, 150. Y si opta por invitarlo a una fiesta privada de cumpleaños ¿con los amigos, con las chicas rubias `barbies tipo playboy¿, cabellos rubios y cuerpos esculturales...¿ basta con que desembolse 10.000 dólares y ahí estará Iron Mike, fresco como una lechuga, con el rostro tatuado, su cara de pocos amigos y, con suerte, cobrará su caché sin que le muerda la oreja, como hizo con Evander Holyfield en un combate de infausto recuerdo.

Mike Tyson se ha convertido en una caricatura de sí mismo. Esta información, que surgió del ordenador de un enviado especial de La Gazzetta dello Sport (Massimo Lopes Pegna) a las Vegas, recoge la cruda realidad en la que se halla inmerso este púgil, antaño héroe y villano. La escena se desarrolla en Studio 54, a pocos metros del enorme templo del boxeo, MGM, donde hace tan sólo 14 años (ayer) el terrible Tyson interpretó a la perfección el papel de Anibal Lecter y arrebató un lóbulo de la oreja de su rival, para sorpresa y horror de los aficionados. Son las cosas de un púgil irreverente, carcelario... Un pendenciero del ring que se forró a base de guantazos y que lo perdió todo con la misma rapidez por su mala cabeza. Ese mismo boxeador fue relegado a un papel secundario en la madrugada del pasado sábado mientras el filipino Pacquiao recibió una tunda del mexicano Marquez, que mereció mejor suerte aunque los jueces estimaron lo contrario. Delante de la discoteca donde `actúa¿ tan sólo se deja ver un anuncio bien visible: “Autógrafo y posibilidad de una foto con Mike Tyson”, reza el cartel. Y con letras más pequeñas se leen los horarios de las dos jornadas programadas: de 14 a 19 horas y de 12 a 16.30. Simple y escueto. Casi telegráfico. Tyson no necesita de más reclamos. Toca aguardar unos cincuenta minutos de cola aunque muchos aficionados sólo quieren ver al ídolo de cerca. Cuando llegan a él, tan sólo lo observan con curiosidad. Como si fuera un chimpancé. No quieren pagar. Así pues, ni mano ni fotografía. Tienen suficiente. Ya han visto a la `Bestia¿. Sólo entonces analizan al ídolo caído y comprenden que no es tan fiero como lo pintan. O eso dicen.