Palabra de director

Se puede perder un partido, no la identidad

Messi estuvo casi todo el partido marcado y sin poder desplegar su juego

Messi estuvo casi todo el partido marcado y sin poder desplegar su juego / sport

Ernest Folch

Ya hace semanas que el Barça intentaba sin éxito esquivar su propio destino. Comenzó ante el Madrid una inquietante cuesta abajo, que culminó ayer chocando de bruces contra una realidad que llevaba demasiadas semanas negándose. Los azulgranas solo pueden agarrarse a un penalti clamoroso que no se pitó en el tramo final del encuentro; todo lo demás fue un recital de impotencia. Cierto, nadie le puede pedir a ningún equipo que lo gane todo, ni que que se pase el día batiendo récords, ni mucho menos que sea el primer equipo en lograr dos Champions seguidas. Tampoco se le puede pedir a Messi que resuelva sistemáticamente todos los partidos cuando se ponen imposibles: ayer recordó al futbolista que colapsó con el Tata Martino, pero explicar el descalabro del Barça solo a través de Leo no únicamente es una injusticia, sino una falsa simplificación. En cambio, lo que sí debe exigirse es que haya una idea, algo que debe defenderse en el campo, no solo en el memorial a Johan Cruyff. Luis Enrique tuvo la nobleza de cargarse todas las culpas en la rueda de prensa, pero la honestidad no le exime de su enorme responsabilidad: visto lo visto ayer, su uso y abuso del once de gala parece más fruto de una cesión política que de una convicción deportiva. Un entrenador que transmitía hasta hace poco una energía formidable y se caracterizaba por su intervencionismo se ha convertido en un técnico rígido sin margen de maniobra para cambiar, y mucho menos para alinear. Sus onces son últimamente tan previsibles como sus sustituciones, algo que da pistas sobre cómo está el reparto de poder dentro del vestuario. Después de la primera crisis de Anoeta del año pasado, se pactó un armisticio feliz y se logró un tridente histórico. Pero la dolorosa derrota de ayer, que coincide en el tiempo con un segundo Anoeta, da una pista muy clara de que será necesario un nuevo pacto interno para avanzar y conseguir nuevas energías. El Barça debe tener un plan más trabajado más allá de fiarlo todo al tridente. Ayer cayó traicionándose a sí mismo tras una primera parte para olvidar en la que apareció un equipo especulador, algo mucho peor que la propia derrota. Todo el derecho a perder un partido y una eliminatoria. Ningún derecho a perder la identidad.