Fue un crack efímero en Barcelona

Romario, el jugador de dibujos animados que enamoró al Camp Nou

'O Baixinho' firmó un 1994 inolvidable, ganándose el corazón de la hinchada del Barça y llevando a Brasil a la consecución de su cuarto Mundial

Alfonso Callejas

Romario da Souza Faria aterrizó en Barcelona en el verano de 1993. Tras protagonizar un auténtico vendaval de goles en el fútbol holandés, el talentoso delantero brasileño abandonó el PSV Eindhoven para probar fortuna en el que sería el reto mayúsculo de su carrera deportiva: el Barça de Johan Cruyff.

'O Baixinho' no defraudaría en sus primeros doce meses en la ciudad condal, donde se desbordó el entusiasmo ante las habituales exhibiciones de un delantero único, dotado de una técnica prodigiosa y un centro de gravedad muy bajo que le permitía quebrar cinturas a las defensas rivales con una facilidad pasmosa. Regates inverosímiles, fintas eléctricas, remates imposibles al primer toque o hermosas vaselinas formaban parte del repertorio de un 'crack' capaz de provocar una hecatombe en apenas una baldosa y que fue certeramente calificado por Jorge Valdano como un "futbolista de dibujos animados".

A su llegada, Romario no se escondió y fue atrevido al prometer que firmaría nada más y nada menos que 30 goles en su primera campaña en el fútbol español. Su estreno en Liga en el Camp Nou ante la Real Sociedad puso de manifiesto que el '10' azulgrana no iba de farol, al firmar un variopinto 'hat trick', con vaselina incluida, que le hizo ganarse rápidamente los respetos de la parroquia azulgrana. Fueron los tres primeros tantos de los 30 que convertiría en el campeonato liguero, donde también 'mojaría' en la última y agónica jornada ante el Sevilla en el Camp Nou, la noche del célebre 'penalti de Djukic'.

Al margen de su exhibición ante la Real, Romario firmaría aquella campaña liguera otros cuatro tripletes. Especialmente recordados fueron sus recitales ante el Atlético de Madrid y, sin lugar a dudas, su majestuoso papel en la 'manita' ante el Real Madrid, donde firmó otros tres tantos de un nivel muy dispar. Si bien en los dos últimos prácticamente marcó a placer, el primer gol de aquella noche permanece vivo en la retina de los seguidores azulgrana: una 'cola de vaca' a Alkorta que dio la vuelta al mundo.

Romario, que había llegado al Camp Nou para ser la guinda del 'Dream Team', no pudo, sin embargo, poner el broche de oro a un equipo de ensueño con la conquista de la segunda Copa de Europa de la entidad. El sonado tropiezo en la final de Atenas ante el Milan (4-0) hizo tambalear los cimientos de una reputada plantilla que se desmoronó súbitamente. Aquella dolorosa derrota y la conquista del Mundial de Estados Unidos con Brasil, donde brilló con luz propia dentro de un sistema menos vistoso de lo habitual, provocó que 'O Baixinho' sacase a relucir su perfil menos profesional a la vuelta de vacaciones, crispando los ánimos de Cruyff y precipitando al cabo de pocos meses su salida del Barça rumbo al Flamengo.

A pesar de sus últimos meses más discretos en los primeros compases de la campaña 1994/95, su brillante actuación en la primera mitad del año bastó para que Romario fuese reconocido como el mejor futbolista de 1994 al ser galardonado con el FIFA World Player. El brasileño triplicó la puntuación del segundo clasificado, su compañero en el Barça Hristo Stoichkov, que superó por escasos votos al fenómeno italiano Roberto Baggio, triste protagonista del Mundial tras marrar el penalti decisivo de la gran final.

Sin embargo, el destino quiso que el astro de Río de Janeiro brillase el último año en el que el Balón de Oro solo podía ser entregado a futbolistas europeos. Un año más tarde, en 1995, el liberiano George Weah correría mejor suerte, abriendo el camino a otros no-europeos que serían coronados años más tarde: <strong>Ronaldo</strong>, <strong>Rivaldo</strong>, <strong>Ronaldinho</strong>, Kaká o <strong>Messi</strong>. El consuelo para 'O Baixinho' no pudo ser mejor, ya que <strong>el búlgaro Stoichkov sería coronado</strong> ese mismo año con el Balón de Oro, custodiado en el podio por Baggio y Maldini.

Para Romario, la conquista de un <strong>Balón de Oro</strong> ya llegaba tarde. Su regreso al Valencia sería poco más que un espejismo para un futbolista que tocó techo en Barcelona y cuya flor se marchitaría progresivamente en el fútbol brasileño pero sin descuidar jamás su bonito romance con el gol, que tendría su punto álgido en mayo de 2007 cuando, con 41 años de edad y en el ocaso final de su trayectoria deportiva, el otrora '10' del Barça alcanzó la desorbitada cifra de 1000 goles en su carrera para hacer aún más inmortal su leyenda.