Liga de superhéroes

Correr. Un verbo cortito, que con un par de sílabas aglutina innumerables matices, genera dispares sensaciones, y provoca multitud de polémicas.

Echo la vista atrás y veo toda una vida corriendo, desde los 8 añitos; con mis años de crisis en los que un cerebro pubertoso daba preferencia a infames prioridades frente al deporte, con mis años de obcecación atlética y entrega absoluta a la causa, con mis años de correr por correr, con mis años de querer mantenerme en forma… y con los años que espero me queden por correr, con cualquiera que sea el criterio que me mueva.

De todo este periplo conservo innumerables anécdotas, triunfos, “desgracias” y grandísimos amigos. No tengo ninguna obsesión con correr y defiendo enfervorecidamente el principio básico de tener muchas pasiones en la vida, pero hoy se me canta hablar de running, porque además no creo que encajase mucho en este espacio hablar de cine independiente Albanés.

¿Y qué tiene que ver toda esta historia de abuelo cebolleta con Flash el relámpago? Sencillo, por un lado me gusta divagar hasta que llego a tocar el tema en cuestión (un 60% de veces me olvido de qué hablaba) y por otro, me ha venido uno de esos recuerdos atléticos esta mañana mientras practicaba la deposición matinal previa a mi carrera continua habitual. Un recuerdo de cuando competía en liga, y nos juntábamos todas las disciplinas atléticas algunos días al año, en un hermanamiento sin barreras; flacos y fuertes, rápidos y lentos, los de velocidad con los fonderos, todos trabajando a una. Y en concreto pensaba en el marrón que suponía tener que hacer una prueba que no era tu especialidad o que no te gustaba, por motivo de alguna lesión o circunstancia especial.

Personalmente me llamaba mucho la pértiga y la jabalina, aunque nunca me dejaron probar, porque probablemente me habría matado a mí mismo o a algún inocente respectivamente. Pobre flash incomprendido…

@funeleke