“Hoy he corrido un huevo”. Esta es una frase que dependiendo en boca de quién, puede traducirse en distancias muy dispares.
De mis tiempos de palizas en la pista recuerdo las pretemporadas con sus entrenamientos de acumulación kilométrica. En la pista sorprendía ver varias hormigoneras dando vueltas por el césped; hablo de los lanzadores, que tras la sesión te decían: “Hoy hemos corrido un huevo”. Lo que vienen a ser dos o tres vueltas a la pista. Luego estaban los velocistas, que hacían entre 10 y 20 minutos cuales osos perezosos. Y por último nosotros, los espárragos cansinos del correr, con nuestra alergia al gimnasio y nuestros torpes estiramientos.
Lo cierto es que a pesar de la distancia en nuestras pasiones, los días que éramos un equipo y competíamos dependiendo los unos de los otros, nos queríamos. El fondero saboreaba cada lanzamiento de disco, el lanzador cada salto de ría, y el pertiguista cada paso del marchador. Y después volvíamos a observarnos los unos a los otros como a bichos raros… que es un poco lo que somos todos por suerte.
