Yerry Mina no tiene quien le quiera
El amor se demuestra queriendo y Yerry Mina, desde que llegó al Barça, no tiene quien le quiera. Entró en una clase, llena de compañeros a los que no conocía, acompañado del profesor. Fue a medio curso y le miraron con recelo, con esa distancia dedicada a quien llega de muy lejos y nadie espera. Él sonreía, no dejaba nunca de sonreír, tratando desde el primer día de ganarse la complicidad de sus nuevos amigos. Pero nadie mostró el más mínimo interés en facilitar su adaptación. Solo se tenía a sí mismo y a su fe. Ni una muestra de cariño por parte de nadie, más bien todo lo contrario. Risas crueles a su espalda y golpecitos imperceptibles acompañados de un “mira, ahí viene”.
Un cuerpo extraño en un mundo hostil que no era el suyo. Llegó el verano, acabaron las clases y regresó con su gente, con quienes sonreír no es solo un ejercicio de supervivencia. El Mundial es el escenario que ha necesitado Yerry Mina para permitirse soñar. No solo los goles le convierten en una de las revelaciones en Rusia, también su rendimiento en defensa. Su mentalidad y su fe. Y, pese a todo, el que debería ser su nuevo hogar sigue sin dar muestras de cariño. Mientras Yerry Mina anhela repetir sus partidos con Colombia en el Camp Nou, la única duda alrededor del club es saber el beneficio que dejará en forma de traspaso. El Barça, mientras, calla. Y quien calla, se frota las manos.
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