Una locura

Leo Messi, el D10 del fútbol

Leo Messi, el D10 del fútbol / AFP

Carles Sans

Carles Sans

Una tarea me impidió el miércoles acercarme al estadio para presenciar el partido en el que sinceramente, al comenzar, dudaba muchísimo que se produjera una remontada. Pido perdón, ahora, al equipo por mi escasa fe; porque este miércoles fue uno de esos días en los que el fútbol no acepta discusión como el deporte maravilloso que es para los que nos apasiona, cuyo guión, de tanto en tanto, supera el de cualquier superproducción cinematográfica. Un guión que lo tuvo todo: épica por parte de los azulgrana; ganas de superar la eliminatoria por difícil que pareciera; dos goles al llegar al descanso que auguraban una remontada cada vez más posible; un tercer gol al empezar la segunda parte que desencadenaba el delirio, y un jarro de agua fría, poco después, con el gol del PSG que chafaba la guitarra y provocaba una bajada de tensión general. A 25 minutos del final, otro susto: Ter Stegen paraba lo que hubiese sido el hundimiento del equipo. Pero, inesperadamente, y como respuesta, Neymar, un jugador que me tiene fascinado, se fabricaba un golazo de falta. Cuando Messi no llega porque no puede o no le dejan, ahí está esa maravilla brasileña que el miércoles nos dio una lección de infatigable entrega. Con el 4 a 1, y de pie ante el televisor, volví a creer en la remota posibilidad de que se podían marcar dos goles, y de repente, llega una jugada en el área francesa en la que Suárez se inventa un penalti; Neymar, el jugador con más confianza sobre el campo, lo transforma y deja el milagro a un gol y cinco minutos de finalizar el encuentro. Para mí, aun sabiendo que era casi imposible, la gesta ya estaba encarrilada, y por una vez el ‘casi’ dejó de serlo al transformar Sergi Roberto un centro de Neymar, ¡cómo no!, haciendo enloquecer el estadio al haber conseguido la deseada clasificación. Salté del sofá, grité, me arrodillé ante el televisor, me revolqué por la alfombra y me abracé a un cojín, que aunque en silencio, estoy seguro que también se alegraba de la proeza. Una locura.