Y, sí, todo fue una fiesta

La celebración del título de River Plate

La celebración del título de River Plate / AFP

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Éxito absoluto. Total. De España. De Madrid. Del Real Madrid. De Florentino Pérez. De las fuerzas de seguridad del Estado. Una auténtica exhibición de cómo se organiza, no solo un partido de fútbol, no solo una final, no solo un gran evento, un espectáculo, sino un acontecimiento que, además, viene precedido del mayor escándalo de los últimos años, que no se cobró muertos de puro milagro.

Lo visto y vivido ayer, bueno, durante todo el fin de semana en Madrid, ha de servir de ejemplo para muchas cosas, pese a que muchos, yo el primero, teníamos muchísimo temor a que ocurriese algo. Así que, aunque políticamente podía interesarle al partido en el gobierno, aunque económica y comercialmente fuese, tal vez, sin duda, otro negocio (o futuras inversiones) de Florentino Pérez, aunque la Federación Española de Fútbol quisiera, como así ha sido, apuntarse un tanto ante la FIFA, o la UEFA, es evidente que Madrid ha jugado muy fuerte organizando esta final de La Libertadores.

Pero, no solo porque todo el mundo venía avisado, no, sino porque España y sus fuerzas de seguridad son modélicas en muchas cosas, especialmente, en la vigilancia (y protección) de este tipo de evento, lo cierto es que la organización del evento ha sido inmaculada y, sí, cierto, todo el mundo ha contribuido a que todo funcionase, fluyese, de una forma maravillosa y, gracias a Dios, el evento tuviese un eco mundial inigualable.

Y, en ese sentido, deberíamos de señalar, no solo que los garbanzos negros de las dos ‘barras bravas’, de River y Boca, no pudieron, no quisieron o fueron escupidos por la Policia al llegar a Madrid, sino también, también, que las dos expediciones, desde el presidente de cada uno de los finalistas hasta el último hincha, decidieron contribuir con su actitud, limpia, fiestera, animada y folklórica, a que la fiesta fuese eso, fiesta, y, sobre todo, olvidasen que la rivalidad se mide con enfrentamientos, bengalas y agresiones.

Y ahí, por supuesto, también interviene la manera que tanto los técnicos como sus jugadores mantuvieron una actitud admirable desde que pisaron Madrid y su comportamiento, tanto a la hora de la tolerancia y declaraciones, como sobre le mismo césped en la misma final, con prórroga incluida, se comportaron de forma admirable y demostraran ser, sino grandísimos futbolistas, pues fútbol vimos pocos, estupendos profesionales.

Y vayamos al partido, que demuestra que el expolio que el fútbol europeo ha hecho del fútbol se acusa en finales como esta, ya que de fútbol se vio poco, por no decir nada, sino mucha emoción, pelea y temor a perder. Los tres goles, buenos, hasta el cuarto, el último, fueron tantos del nivel de final de Champions, el resto de minutos, que fueron demasiados, fueron demasiado fútbol de calle, de pelea, de posición, de bajísimo nivel.

Pero el fútbol también es eso, una simbiosis entre jugadores y aficiones, que, gracias a las medidas de seguridad demostradas por Madrid y España, han podido demostrar que juntos podían vencer al rival y al revés, también, también. Cualquiera de los dos equipos pudieron ganar, sí, sí, pues no deberíamos de olvidar que en la portería del River hubo un poste en el minuto 122.

Pero, insisto, solo podemos que felicitarnos, todos, porque una final que no tenía sentido celebrar en Madrid, en Europa, a 11.000 kilómetros de Buenos Aires, ha sido un grandísimo éxito. No deja de ser curioso y hermoso que el caos provocado, producido, agitado, en Buenos Aires tuviese un final feliz en Madrid.