Opinión

A Rubiales no se lo ha cargado el feminismo

Pintan en una famosa calle de Barcelona el mural que anima la polémica: Nuevo beso de Rubiales

Pintan en una famosa calle de Barcelona el mural que anima la polémica: Nuevo beso de Rubiales

Luis Rubiales, mucho antes de agarrar de la cabeza a Jenni Hermoso y obligarla a besarle en los labios, muchísimo antes de echarse las dos manos a la ‘carn d’olla’ para parafrasear con muy poca clase al Tío Faja con un “aquí mandan mis huevos morenos”, ya había exhibido una inquietante actitud como máximo responsable de la RFEF.

Sería de necios no aplaudir el crecimiento que ha experimentado la Federación a todos los niveles bajo su presidencia. Tanto a nivel económico, innegable, como a nivel comunicativo y de gestión. Los clubs viven hoy bajo un paraguas mucho más moderno que aquel ente opaco y casposo que dejó Ángel María Villar. La transformación en positivo liderada por Rubiales merece el reconocimiento que, de hecho, ha recibido durante los últimos años desde muchísimos sectores de la sociedad española.

Hasta el día que empezó a creerse que su cargo le peternecía por imposición divina y, sobre todo, creyó poseer la inviolabilidad que solo tiene el Rey. Es justo decir que quienes ostentan el poder, el de verdad, el que decide qué, cuándo y cómo, corrieron un estúpido velo ante el reparto de ‘palos’ con Piqué por llevar la Supercopa de España a Arabia Saudí, ante la fiesta de trabajo con jovencitas durante la pandemia costeada por la Federación, que también pagó su viaje de ‘pseudoplacer’ con una amiga a Nueva York. Todo eso es soportable para quienes mandan, pero Rubiales interpretó de forma equivocada que el poder mirara hacia otro lado y acabó creyéndose intocable, poseedor de una impunidad que, en realidad, solo era prestada.

Luis Rubiales en una imagen de archivo

EFE

Esto no va de un lamentable pico no consentido ni de tocarse los huevos en público tras ganar el Mundial. Si Rubiales, a los cinco minutos de su despreciable acto hubiera pedido perdón públicamente, hubiera interpretado el papel de arrepentido y hubiera exclamado un “lo siento mucho, no volverá a ocurrir”, seguiría tranquilamente en su cargo. Junto a sus amigos y amigas. Lo que quienes mandan no soportan es que alguien se crea por encima suyo, que, en lugar de disculparse, manche la imagen de España a nivel internacional respondiendo con insultos a quienes le pedían un acto de contrición. Son los medios extranjeros y organismos como la FIFA quienes impulsaron su estrepitosa caída, obligando al Gobierno a apartarlo del mapa. Su cortijo solo era viable si no molestaba. A Rubiales no le ha echado, lamentablemente, el #Seacabó, sino que ha sido víctima de haberse creído estar por encima de todo y de todos. Con o de ombre.