Un regalo en Londres que es oro

Messi, bajo la mirada de Cesc

Messi, bajo la mirada de Cesc / AFP

Albert Masnou

Albert Masnou

El primer gol marcado por un jugador del Barça a domicilio sirvió para dar vida a un equipo que estaba entre la espada y la pared en Stamford Bridge. El Barça no había marcado ni en Atenas, ni en Lisboa (fue en propia puerta) ni en Turín, en la fase clasificatoria. Y estaba tocado en Londres hasta que apareció el regalo de Christensen. Y allí surgió Iniesta y luego Messi, que se estrenaba como goleador contra el Chelsea después de nueve enfrentamientos contra los ‘blue’.

El Barça sufrió en Londres porque acumuló errores como el de marcar a William a 15 metros de distancia cuando había lanzado dos balones al palo en la primera parte o cuando el conjunto de Valverde no lograba distribuirse sobre el campo de forma adecuada para que Messi tuviera espacios o cuando era incapaz de cambiar de marcha a un ritmo cansino, sin chispa y plano. Y porque el Chelsea estuvo a un gran nivel.

Como viene siendo habitual en el último mes, el Barcelona no jugó un gran partido pero regresa a la Ciudad Condal con oro como tesoro por el gol de Messi que deja la clasificación al alcance de la mano. No será fácil porque el Chelsea, como el Madrid, demostró que puede estar muerto en su Liga pero está muy vivo en la Champions.

El Barça no puede ser tan previsible en ataque en Europa porque así no hay camino hasta Kiev. Es capaz de hipnotizar al rival pero carece de capacidad para cambiar de marcha, salvo Messi o en un par de ocasiones de Suárez. El resto es plano. Allí tiene mucho margen de mejora.

Mención especial merece Paulinho, cuyo juego no encaja con el del conjunto azulgrana y demasiadas veces no sabe ni dónde está ni cómo actuar. Al cuarto centrocampista, en el Barcelona, se le pide algo más que lo que ofrece Paulinho.

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