La patada de Cantona, 29 años después: ¿cómo reaccionaría hoy el mundo del fútbol?

Cantona, el 25 de enero de 1995 en Selhurst Park

Cantona, el 25 de enero de 1995 en Selhurst Park

Javier Giraldo

Javier Giraldo

El 25 de enero de 1995, hace 29 años, una imagen recorrió las televisiones de todo el mundo. Eric Cantona, ídolo del United y mejor jugador de la Premier, es expulsado en un partido en el estadio del Crystal Palace. Camino de los vestuarios, se resigna a sufrir la lluvia de improperios típica en estos casos.

Pero de repente, Cantona lanza una patada voladora a uno de los seguidores que le insultaban. También le da varios puñetazos, hasta que los miembros de seguridad consiguen llevárselo.

Luego se supo que el aficionado era Matthew Simmons, que había bajado diez filas en la tribuna para insultar a Cantona, gritarle que volviera a su país y que apestaba a ajo. Más tarde también se sabría que Simmons tenía antecedentes penales y profesaba ideas racistas.

Cantona fue duramente castigado: la justicia le condenó a 120 horas de trabajos comunitarios y la FA, a ocho meses sin jugar al fútbol.

“Cuando las gaviotas persiguen al barco pesquero, es porque saben que del barco van a caer sardinas”: fue la única respuesta de Cantona en medio de un vendaval mediático.

Mientras, la prensa inglesa lo machacaba. ‘Un genio con mentalidad de hombre de las cavernas’, ‘Cuidado, perro peligroso’, ‘¡Que lo descalifiquen a perpetuidad!’, ‘¡Que lo devuelvan a Francia!’ fueron algunos de los titulares. 

Han pasado 29 años. Lo curioso es que para muchos, el paso del tiempo convirtió aquella patada en un símbolo de justicia divina. Lo que en su día fue injustificable e imperdonable, hoy se ve como algo que, según desde qué óptica, no estuvo mal del todo.

Cabe preguntarse, eso sí, como reaccionaría hoy la sociedad y el mundo del fútbol a algo así: imaginen al mejor jugador de la Premier o de LaLiga lanzando una patada de kung-fu a un aficionado que le insulta desde la grada. Se pedirían sanciones ejemplares, históricas. Como suelen decir los titulares que buscan ‘clickbaits’, arderían las redes

Y sin embargo, el paso del tiempo parece haber absuelto a Cantona. Quizá por su indiscutible carisma (retirado del fútbol, ha destacado como actor), quizá porque nunca se arrepintió (“me hubiera encantado patearlo aún más fuerte”, dijo en 2021), pero también porque su patada cambió de un plumazo la jerarquía entre aficionado y jugador. Esa patada vino a demostrar que no todo vale.

La patada reventó la idea que muchos aficionados tenían: amparados en la masa y en el anonimato, podemos insultar, vejar o humillar a quien nos venga en gana. Era 1995. No existían las redes sociales.  

"Cantona no debió darle esa patada y es normal que lo sancionen", escribió Javier Marías pocos días después. “Lo que es más discutible es su condena moralista general. Sobre él llueven los insultos y las censuras cuando lo que ha hecho, desde mi punto de vista, ha sido también un acto de coraje e insumisión”. Marías elogiaba a Cantona por haber sido capaz de “individualizar” a alguien dentro de esa masa “y darle su merecido”. 

Hoy se insulta menos en las gradas (teóricamente), pero más en las redes sociales. Cambia el escenario, pero ahí siguen el odio y las ganas de humillar y despreciar al rival

En su día, Cantona se rebeló. Le fallaron las formas. Se pasó tres pueblos. Pero mucha gente recuerda ahora esa patada con una media sonrisa en la boca, pensando íntimamente algo así como que 'en el fondo no estuvo tan mal'. 

Los futboleros de una cierta edad recordarán bien el caso. Los más jóvenes habrán oído hablar, o quizás ni eso: en ese caso, conviene recuperar el video y dejarse asombrar. Y luego, preguntarse: si algo así sucediera hoy, ¿qué pasaría?