Entre el país de la piruleta y la realidad

Messi, durante el partido contra el Saint-Étienne

Messi, durante el partido contra el Saint-Étienne / AFP

Rubén Uría

Rubén Uría

En el imperio de la gominola, Messi se fue del equipo de su vida por pesetero, porque tenía que haber jugado gratis mientras otros compañeros no se rebajaban el sueldo y porque ya tenía una edad. La realidad es que el mejor de todos los tiempos se fue dolido después de que se llegase a un principio de acuerdo de renovación que nunca se firmó por motivos insondables, contra su voluntad, con una edad en la que conquistó Copa y Copa América, siendo máximo goleador, pasador y regateador de la Liga.

En el país de la piruleta, Messi está triste en París, su familia no se adapta, ya no tiene “feeling” con Neymar, hay celos con Mbappé y no para de rajar de Sergio Ramos. La realidad es que Messi se siente feliz, que su familia ya tiene la estabilidad que buscaba, que el vestuario le ha recibido con los brazos abiertos, que su “feeling” con Neymar es tan magnífico que colaboran en proyectos fuera de la cancha, que no existen celos de Mbappé y que sus lazos con Sergio Ramos cada vez son más estrechos, porque el camero es uno de los grandes apoyos de Messi desde que comenzó su aventura en París.

En el país de la pandereta, Messi guarda rencor al Barcelona, no se habla con sus ex compañeros, no se lleva bien con Xavi Hernández y deja caer que algún día regresará por apellido y politiqueo. La realidad es que Messi seguirá siendo barcelonista hasta que se muera, habla casi a diario con sus ex compañeros, le desea el mayor de los éxitos a Xavi Hernández y algún día regresará cuando esté preparado, formado y listo para ayudar al Barcelona, porque Leo siempre se preguntó qué podía hacer por el club y no qué puede hacer el club por él.

En el universo del bulo gratuito, todos presumen de saber qué siente, qué opina y qué cree Messi, porque opinar, hablar, rajar o especular sobre Messi siempre vende, sea verdad o mentira, y porque con el argentino siempre hay barra libre de información. O mejor dicho, desinformación. La realidad es que Messi lleva años alejado del mundo de la piruleta y de la gominola, y que su realidad, aunque venda menos que cualquier “fake”, es clara como el agua de la mañana: le abrieron las puertas para irse, tuvo que resetear su decepción, encontró un nuevo equipo, le recibieron con los brazos abiertos, hoy se siente feliz, tiene ganas de ganar títulos y quién sabe si no añadirá otro Balón de Oro a su colección.

Y si algún día, por caprichos del destino, tiene posibilidad de regresar a su casa, de la que jamás debió irse, volverá porque no es rencoroso y porque quiere ser útil en el club de su vida. Por algo incontestable. Ni siquiera por el imperio de la piruleta: Messi fue, es y seguirá siendo barcelonista. Eso vende poco, pero es la realidad.