Paciencia y exigencia para el nuevo Barça

Xavi Hernández, durante un entrenamiento del FC Barcelona

Xavi Hernández, durante un entrenamiento del FC Barcelona / Valentí Enrich

Lluís Mascaró

Lluís Mascaró

Xavi es el mejor entrenador posible para el nuevo Barça. Laporta le está construyendo (todavía faltan los fichajes de Marcos Alonso, un lateral derecho y Bernardo Silva) una plantilla acorde con sus necesidades y sus exigencias futbolísticas, que son extraordinariamente elevadas. Y es que el técnico blaugrana apuesta por la excelencia, como ya demostró en su época de jugador, cuando se convirtió en el mejor centrocampista del mundo. Es un discípulo aventajado de Cruyff y Guardiola, aunque siempre explica que el entrenador que más ha marcado su carrera fue el seleccionador español Luis Aragonés. De todos ellos, Xavi ha aprendido dos cosas: que el talento es indispensable para triunfar pero que debe ir acompañado siempre de la intensidad y el compromiso. No hay fórmula mágica para construir un equipo campeón. Tener las ideas claras y trabajar mucho para poder aplicarlas. Trabajo, trabajo y trabajo.

Cuando llegó al Camp Nou en el mes de noviembre se dio cuenta de que en el vestuario se había instalado la desidia. Después de demasiadas decepciones y fracasos, los futbolistas habían bajado los brazos y habían convertido el Barça en un equipo perdedor. Xavi fue capaz de cambiar radicalmente esta dinámica perversa y recuperó el orgullo de la mayoría de los jugadores. En algunos casos, la decadencia era irreversible. De ahí que realizara una larga lista de bajas y reclamara fichajes incontestables. Tiene todo (casi) lo que pidió y ahora puede empezar a edificar el nuevo Barça que debe competir por todos los títulos. Hay urgencia por ver cómo evoluciona su propuesta, pero es indispensable tener paciencia. La revolución en la plantilla ha sido descomunal (de momento, 18 movimientos, entre altas y bajas, que pueden llegar a ser 28) y la adaptación de todos estos cambios necesita tiempo. 

Xavi sabe cómo quiere que sea su Barça. Su reto es jugar bien para ganar y conquistar títulos. Tiene, ahora, futbolistas para conseguirlo. Pero el equipo todavía tiene lagunas (especialmente graves son las carencias en los laterales) y los mecanismos del fútbol de control y posesión que desea implementar el técnico no son fáciles de aplicar. Paciencia, pero exigencia. Ahí está la clave. El empate ante el Rayo sirvió para rebajar la desmesurada euforia de la pretemporada y para tomar nota de los errores cometidos. Esto no ha hecho más que empezar. Será una campaña muy larga (con un Mundial de por medio) y hay que saber dosificar esfuerzos. Tranquilidad. E ilusión.