Opinión

Negreira y la posverdad

Gerard Piqué mostrando la manita a la afición

Gerard Piqué mostrando la manita a la afición / J. I. Paredes

Entre lo que nos gustaría que fuese y lo que es, muchas veces hay un trecho enorme. El caso Negreira está poniendo en evidencia -una vez más- la era pantanosa de la posverdad que vivimos. Un caso que mancha por completo la imagen de ciertos personajes como el mismo Enrique y como el FC Barcelona acabará manchando aun más la reputación de algunos periodistas y periódicos que tratan de vender lo que les gustaría que fuese, pero no es. Todo por el morbo. Todo por la polémica. Todo por el click.

Lo que desde el principio evidenciaba el chanchullo de unos gangsters con sed de billetes, se ha convertido en la persecución de todo el arbitraje español y, de paso, llevarse por delante el prestigio de unos jugadores que han llevado el futbol español a niveles de excelencia jamás alcanzados. Y ahí está el origen de todo. A ciertos madridistas les molesta que el mejor futbol de la historia se haya jugado en Barcelona y no en Madrid. Les duele. Y como esos niños enrabietados que buscan explicación a sus carencias, se cogen a cualquier clavo que les permita explicar sus fracasos, aun siendo ese clavo una gran mentira.

Ver a gente adulta -y presuntamente inteligente- propagando la idea de que las debacles monumentales de su equipo se deben no a lo deportivo, si no a una conspiración judeomasónica de árbitros comprados, sería gracioso si no ofendiese a lo más sagrado, que es la verdad. Y la verdad en este caso es, no solo evidente, si no que ha sido presenciada por millones de personas en todo el mundo. La última ofensiva -cómica- ha sido tratar de manchar el 5-0, intentando hacer entender que el famoso baño futbolístico fue obra de un acuerdo de despachos y maletines entre el Barça e Iturralde y no lo que todo el mundo vio: un equipo -vestido de blaugrana- toreando a otro equipo -vestido de blanco- que parecían, en comparación con el rival, once chavales alevines siendo vacilados por sus hermanos mayores.

Cierto es que los que gritan a los cuatro vientos estas falacias, son la minoría, los adultos e inteligentes de verdad, sean del equipo que sean, saben muy bien que el caso Negreira es un caso demasiado grave como para transfórmalo en una batallita de hooligans en redes sociales y periódicos. Si se demuestra lo que presuntamente parece ser, que unos cuantos se han forrado ilícitamente a costa de uno de los clubs más importantes del mundo, la imagen del FC Barcelona quedará manchada para siempre. Y que se llega hasta el fondo, y que paguen todas las consecuencias estos piratas de pacotilla, pero que la posverdad no sea el camino que coja la prensa de este país, porque tratar de manchar la imagen de los mejores jugadores de la historia de este deporte con mentiras, es la cosa más ruin que se puede hacer. Aunque duela, a veces, lo que nos gustaría que fuese, no es lo que es.  

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