Hacer de la necesidad, virtud

Xavi, durante la sesión de este sábado en la Joan Gamper

Xavi, durante la sesión de este sábado en la Joan Gamper / Valentí Enrich

Carme Barceló

Carme Barceló

Cuestiona, que algo queda. No todo vale para Xavi y su equipo. Cuando pierde, porque lo merece. Cuando gana, porque traiciona al estilo y es resultadista. Cuando empata, porque es incoloro, inodoro e insípido. Cuando protesta por una injusticia, porque llora. Cuando la justicia le da la razón, vuelve entonces el ‘Villarato’. Cuando no tiene el balón, “¿donde quedó el ADN?”. Cuando se hace con él, “la posesión es una milonga“ (frase acuñada por Josep Pedrerol, el gran fichaje de invierno de esta temporada y de este diario).

Debuta este 2023 del mismo modo que terminó: con un Barça líder al que casi nadie respeta como tal. Lo de hacer de la necesidad, virtud, que pocos lo entienden. Parece mentira que a estas alturas de la película tengamos que explicar de qué va. Llegó Xavi al Barça hace trece meses -a veces me parecen trece años- con un panorama que daba grima.

Cierto es que se activaron las palancas, se fichó, se vendió, se cedió y se tragaron unos cuantos sapos. De los despachos partieron decisiones buenas, malas y peores. Del vestuario se supo poco o nada excepto que Gerard Piqué colgó las botas en éste y se fue a otro, que el Mundial confirmó el buen estado de forma de Jordi Alba, el porqué de la insistencia de Xavi por convencer a Busquets para quedarse en el Barça un tiempo más y el deseo no verbalizado de la mayoría de volver a ver a Messi duchándose en él. Porque no sólo pondría un ‘The End’ con final feliz sino que multiplicaría la visibilidad de todos los que están allí dentro.

Nos ponemos el traje de año nuevo con los dos primeros equipos de fútbol líderes de la Liga -el Femení arrasando, como siempre- y una Supercopa masculina y una Copa de la Reina femenina a horas vista. Xavi, Ancelotti, Gatusso y Pellegrini. Poker de ases que viven distintas fases, valga el pareado, en sus respectivas vidas. Al catalán le tienen ganas en Madrid. Se nota. Se siente. Se repiten.

No gusta esta versión actualizada que marca la necesidad de hacerse con un título o un liderato consistente para sustentar las bases de un proyecto. Atizaron por activa y por pasiva a los que permitieron que Lewandowski jugara el derbi y el TAD se apresuró en confirmar una sanción que priva al Barça de contar con el delantero en las dos próximas jornadas.

Pero ahí lo van a tener de nuevo, mal que les pese, en esta Supercopa hispano-árabe. Poco se habla de este Real Madrid al que Florentino Pérez dijo que quería españolizar y ahora alinea a once extranjeros. Después le dan palos a Luis Enrique. Y a Xavi por apostar por La Masía mientras trata de salvar los muebles con resultados que logra con jugadores españoles.