Márquez echa un pulso al mundial y a Honda

Marc Márquez (Honda), piloto oficial de MotoGP.

Marc Márquez (Honda), piloto oficial de MotoGP.

Josep Lluís Merlos

Josep Lluís Merlos

Todo parecía indicar que una fractura de un dedo no iba a impedir volver a Marc Márquez a las pistas muy rápidamente. Y no solo ha sido una ausencia de una carrera, si no que serán dos. De momento. ¿Hasta cuándo?

No soy nadie para poner en duda los argumentos que se han dado para explicar su baja también en Austin. Ahora, al menos, a diferencia de los oscuros tiempos anteriores, la gestión de su comunicación es transparente.

Pero las lesiones de este piloto siempre estuvieron rodeadas de tanto misterio, de tantos silencios e incógnitas que siempre dejan un halo de duda en el ambiente que tardará en desaparecer, por bien que estén tutelando ahora su trayectoria.

Siempre me pareció muy rocambolesca aquella historia del brazo que se volvió a romper “al cerrar una ventana”, por muy cierta que fuera. Y no me dirán que ahora lo del dedo, sin ponerlo en duda por supuesto, es cuanto menos inusual y más cuando hablamos de un deporte donde los pilotos corren casi al día siguiente de haberse petado una clavícula…

Pero, claro, hay tantas coincidencias que le ponen a uno la mosca detrás de la oreja.

Que Márquez abordaba esta temporada pletórico de ilusión es incuestionable. Que en Portimao volvimos a ver destellos del MM93 genuino, también. Pero vino la caída que se produjo no sólo por su habitual estilo agresivo. Hay más cosas. Y entre ellas la dudosa confianza que todavía le genera su moto y que le obliga a ir así, al límite, y tal vez, sí, también a “sobre-pilotar”.

Y Marc empieza a desesperarse cuando los cambios que pide, que necesita para su moto, no acaban de llegar nunca. Y su paciencia también tiene un límite. ¿Qué sentido tiene jugarse el tipo en cada curva a la espera de algo que no llega?

En la docu-serie “All In” hay un momento que el abuelo de Marc le dice: “¿Por qué no lo dejas ya? ¿Aún no has ganado bastante?”. Y Marc le responde: “Quiero probarlo una vez más, avi. Al menos una”. Y ya lo ha hecho.

Y la Honda con basculante, chasis… la “solución Kálex”… o la lámpara de Aladino, la fórmula magistral, la piedra filosofal, la piedra Rossetta, el cáliz de la Alianza, el “elissir d’Amore o el de la eterna juventud, el potenciador milagroso de erecciones, o el crece pelo imparable… no acaba de llegar.

A Marc se le ha agotado la paciencia, y no es capaz como Penélope de seguir tejiendo hasta que llegue un Ulises en forma de moto que parece haber naufragado en el proceloso mar de la incompetencia.

Y si a todo ello le añadimos el “sainete” de una sanción justa, pero saltarina en el calendario, y escurridiza por momentos tras la “suspensión” del comité de apelación. Pues, blanco y en botella: llamémosle “dedo”, por decir algo.

Honda necesita a Márquez. El campeonato, también. Las audiencias de la carrera de Termas cayeron a la mitad en comparación con las de Portimao.

Una MotoGP en transición hasta la consolidación de la nueva generación de héroes necesita sus mitos consagrados, porque ya no quedan tantos en pista. Acaso sólo Márquez.

Y con su segunda ausencia, ahora en Austin, sí puede que Marc se haya dado un tiempo para curar ese dedo. Pero también le ha dado una vuelta a la clavija para

apretar a Honda para que espabile. Y a los gestores del campeonato para que dejen de mariposear con sanciones de quita y pon. O de momento seguirá de baja.

Cupra